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Descargar - Alcaldia Municipal de San Miguel

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DOUGLAS PRESTON & LINCOLN CHILD EL RELICARIO<br />

—¡Eh, Napoleón! —oyó gritar Margo por encima <strong>de</strong>l alboroto. Era la inconfundible<br />

voz <strong>de</strong> Mephisto.<br />

Al volverse, vio trepar a Mephisto a una <strong>de</strong> las plataformas vacías, el collar <strong>de</strong><br />

turquesas saltando en torno a su cuello. Sonó otra explosión, ésta más lejana, y una<br />

columna <strong>de</strong> fuego brotó en medio <strong>de</strong> uno <strong>de</strong> los grupos dispersos.<br />

Frock se volvió hacia Mephisto y lo miró con los ojos entornados.<br />

—Conque vagabundo embotado por la droga, ¿eh? ¡Pues mire esto! —Mephisto se<br />

metió la mano en la entrepierna <strong>de</strong>l mugriento pantalón y extrajo lo que a Margo le<br />

pareció un disco <strong>de</strong> plástico ver<strong>de</strong> en forma <strong>de</strong> riñón—. ¿Sabe qué es? Una mina<br />

antipersonal. Llena a rebosar <strong>de</strong> astillas <strong>de</strong> metal recubiertas <strong>de</strong> teflón, impulsadas por una<br />

carga equivalente a la <strong>de</strong> veinte granadas. Muy peligrosa. —Mephisto la sacudió en<br />

dirección a Frock—. Está activada, así que or<strong>de</strong>ne a sus correosos esbirros que retrocedan.<br />

Los rugosos se <strong>de</strong>tuvieron.<br />

—Eso es un farol —repuso Frock con calma—. Es un individuo <strong>de</strong>spreciable, pero no<br />

un suicida.<br />

—¿Está seguro? —Mephisto sonrió—. ¿Sabe qué le digo? Preferiría volar en pedazos<br />

a acabar formando parte <strong>de</strong> la <strong>de</strong>coración <strong>de</strong> su barraca. —Miró a Pen<strong>de</strong>rgast—. ¡Eh,<br />

Tumba <strong>de</strong> Grant! Espero que me perdone por llevarme este artefacto <strong>de</strong> su arsenal. Las<br />

promesas están muy bien, pero mi i<strong>de</strong>a era asegurarme <strong>de</strong> que nadie volvía a acosar a la<br />

Ruta 666. Ahora mejor será que vengan aquí si quieren llegar a la superficie.<br />

Pen<strong>de</strong>rgast negó con la cabeza y se tocó la muñeca, dándole a enten<strong>de</strong>r que se había<br />

acabado el tiempo.<br />

—¡Cortadle el cuello! —gritó Frock, haciendo furiosas señas a los rugosos que<br />

ro<strong>de</strong>aban las plataformas.<br />

Los rugosos se precipitaron hacia Mephisto, y él se situó en el centro <strong>de</strong> la<br />

plataforma.<br />

—¡Adiós, alcal<strong>de</strong> Whitey! —dijo—. ¡Recuer<strong>de</strong> su promesa!<br />

Margo, horrorizada, volvió la cabeza cuando Mephisto lanzó la mina sobre la<br />

muchedumbre que se arremolinaba en torno a sus pies. Se produjo un <strong>de</strong>stello anaranjado<br />

y un intenso calor se propagó por el espacio sucio y húmedo. Después notó la onda<br />

expansiva, una brutal embestida que la tiró al suelo. Irguiéndose sobre las rodillas, miró<br />

atrás y vio ascen<strong>de</strong>r una cortina <strong>de</strong> llamas al otro lado <strong>de</strong> la cabaña, roja sobre el<br />

resplandor blanco <strong>de</strong> las bengalas. Por un momento distinguió la silueta <strong>de</strong> Frock, <strong>de</strong> pie<br />

en pose triunfal, los brazos extendidos, el cabello blanco teñido <strong>de</strong> color naranja por un<br />

millar <strong>de</strong> lenguas <strong>de</strong> fuego, y <strong>de</strong>spués todo <strong>de</strong>sapareció entre el humo y las llamas.<br />

En los posteriores instantes <strong>de</strong> <strong>de</strong>sconcierto, el grupo <strong>de</strong> rugosos que les cortaba el<br />

paso se disgregó.<br />

—¡A<strong>de</strong>lante! —gritó Pen<strong>de</strong>rgast por encima <strong>de</strong>l fragor <strong>de</strong>l fuego.<br />

Agarrando su bolso, Margo los siguió a través <strong>de</strong>l arco situado en un extremo <strong>de</strong>l<br />

Pabellón <strong>de</strong> Cristal. Al otro lado, en el andén, D'Agosta y Smithback se <strong>de</strong>tuvieron junto a<br />

un hombre <strong>de</strong> complexión ligera, vestido <strong>de</strong> submarinista y con la cara reluciente por el<br />

sudor y la tintura <strong>de</strong> camuflaje.<br />

Detrás, Margo oyó resuellos húmedos. Los rugosos habían cerrado filas y se<br />

abalanzaban hacia ellos. Al llegar al estrecho arco, Margo paró y se dio media vuelta.<br />

—¡Margo! —llamó Pen<strong>de</strong>rgast <strong>de</strong>s<strong>de</strong> el andén—. ¿Qué hace?<br />

—Tenemos que impedirles pasar <strong>de</strong> aquí —respondió Margo, metiendo una mano en<br />

el bolso—. Corriendo, no conseguiremos escapar.<br />

—¡No sea loca! —gritó Pen<strong>de</strong>rgast.<br />

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