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Descargar - Alcaldia Municipal de San Miguel

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DOUGLAS PRESTON & LINCOLN CHILD EL RELICARIO<br />

—Antes <strong>de</strong> la fusión pertenecía a la Policía <strong>de</strong> Tráfico —dijo Hayward, y movió la<br />

cabeza en un gesto <strong>de</strong> asentimiento como si eso lo explicase todo—. Todavía sirvo en el<br />

West Si<strong>de</strong>, <strong>de</strong>salojando a los mendigos <strong>de</strong> la Penn Station, Hell's Kitchen, los aparta<strong>de</strong>ros<br />

<strong>de</strong>l ferrocarril, los subterráneos <strong>de</strong>…<br />

—Un momento —la interrumpió D'Agosta—. ¿Usted? ¿Se <strong>de</strong>dica usted a sacudir el<br />

polvo a los vagabundos?<br />

Supo inmediatamente que su comentario no era bien acogido. Hayward se crispó en<br />

la silla, enarcando las cejas ante su manifiesta incredulidad. Se produjo un incómodo<br />

silencio.<br />

—No nos gusta que se hable en esos términos <strong>de</strong> nuestro trabajo, teniente —reprochó<br />

por fin la sargento.<br />

D'Agosta <strong>de</strong>cidió que tenía ya <strong>de</strong>masiadas preocupaciones para seguirle la corriente<br />

a aquella inoportuna visita.<br />

—En todo caso estamos en mi <strong>de</strong>spacho —recordó con un gesto <strong>de</strong> indiferencia.<br />

Hayward lo observó por un momento, y D'Agosta vio <strong>de</strong>svanecerse en aquellos ojos<br />

castaños el buen concepto que tenía <strong>de</strong> él.<br />

—Muy bien —dijo la sargento—. Si es así como lo prefiere… —Respiró hondo—.<br />

Cuando oí hablar <strong>de</strong> esos esqueletos, me acordé <strong>de</strong> unos cuantos homicidios recientes<br />

entre los topos.<br />

—¿Los topos?<br />

—La gente <strong>de</strong> los túneles, claro está —explicó Hayward con una expresión <strong>de</strong><br />

con<strong>de</strong>scen<strong>de</strong>ncia que D'Agosta encontró en extremo irritante—. Gente sin hogar que vive<br />

en los subterráneos. En fin, el caso es que hoy he leído un artículo en el Post, el que habla<br />

<strong>de</strong> Mephisto.<br />

D'Agosta hizo una mueca <strong>de</strong> disgusto. No había nadie como Bill Smithback para<br />

exaltar los ánimos <strong>de</strong> los lectores, para empeorar situaciones <strong>de</strong> por sí malas. Tiempo atrás<br />

habían sido amigos —o algo por el estilo—, pero <strong>de</strong>s<strong>de</strong> que escribía en la sección <strong>de</strong><br />

sucesos su actitud resultaba casi intolerable. Y D'Agosta no era tan tonto como para<br />

pasarle la información interna que incesantemente solicitaba.<br />

—Una persona sin hogar tiene una esperanza <strong>de</strong> vida muy corta —continuó<br />

Hayward—. La <strong>de</strong> los topos es más corta aún. Pero ese periodista estaba en lo cierto.<br />

Algunos <strong>de</strong> los recientes asesinatos han sido particularmente horrendos. Cabezas<br />

<strong>de</strong>saparecidas, cuerpos <strong>de</strong>smembrados. He pensado que convenía que estuviese usted<br />

enterado. —Cambió <strong>de</strong> posición en la silla y lanzó a D'Agosta una inquietante mirada con<br />

sus claros ojos castaños—. Quizá <strong>de</strong>bería haberme ahorrado la molestia.<br />

D'Agosta pasó por alto la última frase.<br />

—¿Y <strong>de</strong> cuántos homicidios hablamos, Hayward? —preguntó—. ¿Dos? ¿Tres?<br />

Tras pensar por unos segundos, Hayward respondió:<br />

—Una media docena.<br />

D'Agosta se quedó inmóvil mirándola, la mano con el cigarro a mitad <strong>de</strong> camino <strong>de</strong><br />

la boca.<br />

—¿Media docena? —repitió.<br />

—Eso he dicho. He consultado los archivos antes <strong>de</strong> venir. En los últimos cuatro<br />

meses se han producido siete asesinatos entre los topos que presentan esas características.<br />

D'Agosta bajó el cigarro.<br />

—Veamos si he entendido bien, sargento. Anda por ahí suelto una especie <strong>de</strong> Jack el<br />

Destripador subterráneo, ¿y nadie investiga el caso?<br />

—Oiga, sólo he venido porque tenía una corazonada —replicó Hayward a la<br />

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