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Descargar - Alcaldia Municipal de San Miguel

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DOUGLAS PRESTON & LINCOLN CHILD EL RELICARIO<br />

voz.<br />

—No es asunto tuyo.<br />

—¿Coca? —aventuró Flint, y D'Agosta percibió un ligero tono <strong>de</strong> esperanza en su<br />

—Acertaste —respondió Pen<strong>de</strong>rgast tras un breve silencio.<br />

—Tendré que confiscártela.<br />

—Considérala un regalo.<br />

Pen<strong>de</strong>rgast extrajo un pequeño paquete <strong>de</strong> papel <strong>de</strong> aluminio y se lo entregó a Flint,<br />

que se apresuró a guardárselo.<br />

—Seguidme —dijo Flint.<br />

D'Agosta cerró la puerta <strong>de</strong> hojalata al entrar, y Flint los guió hasta una escalera<br />

metálica. La escalera terminaba en una estrecha abertura por don<strong>de</strong> se accedía a una repisa<br />

<strong>de</strong> cemento suspendida a gran altura sobre un enorme espacio cilíndrico. Flint torció a la<br />

<strong>de</strong>recha y empezó a <strong>de</strong>scen<strong>de</strong>r por una rampa <strong>de</strong> cemento en espiral adosada a la pared.<br />

Mientras bajaban, D'Agosta advirtió sucesivos cubículos excavados en la roca, todos ellos<br />

ocupados por individuos o familias. El resplandor trémulo <strong>de</strong> velas o lámparas <strong>de</strong><br />

queroseno iluminaba sus rostros sucios y sus mugrientos colchones. Al otro lado <strong>de</strong>l vasto<br />

espacio, vio una tubería rota que sobresalía <strong>de</strong> la pared. El agua que manaba <strong>de</strong> ella caía<br />

en un charco lodoso. Alre<strong>de</strong>dor había varias figuras agachadas, aparentemente lavando<br />

ropa. El agua sucia formaba un arroyo y <strong>de</strong>saparecía por la irregular boca <strong>de</strong> un túnel.<br />

Al llegar abajo, cruzaron el arroyo por un viejo tablón. En el suelo, dispersos por toda<br />

la caverna, había grupos <strong>de</strong> gente durmiendo o jugando a las cartas. En un rincón<br />

apartado yacía un hombre con los ojos abiertos y lechosos; D'Agosta advirtió que esperaba<br />

su entierro y <strong>de</strong>svió la mirada.<br />

Flint los llevó por un pasadizo largo y bajo que parecía ramificarse en numerosos<br />

túneles. Al final <strong>de</strong> algunos <strong>de</strong> ellos, en la exigua luz, D'Agosta vio gente que trabajaba:<br />

almacenando latas <strong>de</strong> alimentos, remendando ropa, <strong>de</strong>stilando alcohol. Finalmente Flint<br />

los hizo pasar a una cámara iluminada con luz eléctrica. D'Agosta alzó la vista y vio una<br />

única bombilla que pendía <strong>de</strong> un cable raído proce<strong>de</strong>nte <strong>de</strong> una vieja caja <strong>de</strong> empalmes<br />

situada en un rincón.<br />

D'Agosta echó un vistazo alre<strong>de</strong>dor, reparando en el agrietado revestimiento <strong>de</strong><br />

ladrillos. De pronto se quedó inmóvil, con una mueca <strong>de</strong> incredulidad en los labios. En el<br />

centro <strong>de</strong> la cámara había un viejo y <strong>de</strong>startalado furgón <strong>de</strong> tren, inclinado en un ángulo<br />

absurdo y con las ruedas traseras a más <strong>de</strong> medio metro <strong>de</strong>l suelo. No podía siquiera<br />

imaginar cómo había llegado aquello hasta allí. En un costado, sobre el herrumbroso metal<br />

rojizo, se distinguían vagamente las letras NUEVA YO CENTR.<br />

Tras indicarles con un gesto que esperasen allí, Flint entró en el furgón. Asomó al<br />

cabo <strong>de</strong> unos minutos y los llamó con una seña.<br />

Al entrar, D'Agosta vio que se hallaban en una pequeña antecámara, <strong>de</strong>limitada al<br />

fondo por una tupida cortina. Flint había <strong>de</strong>saparecido. El furgón estaba a oscuras y hacía<br />

un calor sofocante.<br />

—¿Sí? —dijo una voz extraña y sibilante al otro lado <strong>de</strong> la cortina.<br />

Pen<strong>de</strong>rgast se aclaró la garganta y contestó:<br />

—Me llaman Whitey, y soy jefe <strong>de</strong> la comunidad Tumba <strong>de</strong> Grant. Hemos oído tu<br />

llamamiento a la unidad <strong>de</strong> todos los que vivimos bajo tierra para combatir los asesinatos.<br />

Se produjo un silencio. D'Agosta se preguntó qué habría <strong>de</strong>trás <strong>de</strong> la cortina. Quizá<br />

nada, pensó. Quizá es como en El mago <strong>de</strong> Oz. Quizá Smithback se inventó la mitad <strong>de</strong>l<br />

artículo. Con los periodistas nunca se sabe…<br />

—A<strong>de</strong>lante —invitó la voz.<br />

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