Descargar - Alcaldia Municipal de San Miguel
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DOUGLAS PRESTON & LINCOLN CHILD EL RELICARIO<br />
or<strong>de</strong>nando a la multitud que se dispersase. Había llegado la policía montada,<br />
encontrándose con que la muchedumbre estaba <strong>de</strong>masiado apiñada para moverse entre la<br />
gente sin peligro, y los caballos, en su frustración, brincaban en las inmediaciones.<br />
Smithback sabía que en esta ocasión la señora Wisher, intencionadamente, no había<br />
solicitado permiso a fin <strong>de</strong> causar la máxima sorpresa y consternación en el ayuntamiento.<br />
Como Kozinsky había dicho, anunciar la manifestación a través <strong>de</strong> canales privados era un<br />
sistema <strong>de</strong> comunicación eficaz. A la vez, permitía prescindir <strong>de</strong> las fuerzas <strong>de</strong>l or<strong>de</strong>n, los<br />
medios y las autorida<strong>de</strong>s municipales, que tenían noticia <strong>de</strong>l acontecimiento cuando era ya<br />
<strong>de</strong>masiado tar<strong>de</strong> para impedirlo.<br />
—Ha pasado mucho tiempo —<strong>de</strong>cía la señora Wisher—, muchísimo tiempo <strong>de</strong>s<strong>de</strong><br />
que un niño podía pasear por Nueva York sin temor. Ahora incluso los adultos tenemos<br />
miedo; miedo <strong>de</strong> ir a pie por las calles, <strong>de</strong> pasear por el parque…, <strong>de</strong> viajar en metro.<br />
La alusión a la reciente matanza <strong>de</strong>spertó un murmullo airado. Smithback sumó su<br />
voz a la <strong>de</strong> la multitud, sabiendo que probablemente la señora Wisher no había pisado un<br />
vagón <strong>de</strong> metro en su vida.<br />
—¡Esta noche! —gritó <strong>de</strong> pronto, clavando una mirada encendida en la<br />
muchedumbre—. Esta noche pondremos fin a eso. Y empezaremos recuperando el Central<br />
Park. A medianoche nos congregaremos, sin miedo, en el Great Lawn.<br />
Un clamor surgió <strong>de</strong> la multitud y gradualmente cobró tal intensidad que Smithback<br />
sintió que la presión casi le oprimía el pecho. Apagó el casete y se lo guardó en el bolsillo;<br />
con tanto ruido no servía <strong>de</strong> nada, y a<strong>de</strong>más no necesitaría ayuda para recordar todo<br />
aquello. Sabía que a esas alturas habrían llegado ya periodistas por docenas, tanto locales<br />
como nacionales. Pero él, Smithback, era el único con acceso directo a Anette Wisher, el<br />
único miembro <strong>de</strong> la prensa que conocía previamente los <strong>de</strong>talles <strong>de</strong> la manifestación. Un<br />
rato antes había aparecido en los quioscos una edición especial <strong>de</strong>l Post. Incluía un encarte<br />
con un plano <strong>de</strong>l recorrido y la lista <strong>de</strong> lugares don<strong>de</strong> se haría un alto en memoria <strong>de</strong> las<br />
víctimas <strong>de</strong> asesinato. Smithback se sintió <strong>de</strong> pronto orgulloso. Veía a mucha gente<br />
alre<strong>de</strong>dor con ejemplares <strong>de</strong>l encarte. Kozinsky no lo sabía todo. Él, Smithback, había<br />
contribuido a difundir la noticia. Sin duda las ventas <strong>de</strong>l Post aumentarían <strong>de</strong> una manera<br />
espectacular, y no lo comprarían sólo las clases trabajadoras, sino también sectores<br />
acaudalados e influyentes que normalmente leían el Times. A ver cómo explicaba ese<br />
fenómeno a su fosilizado director el remilgado <strong>de</strong> Harriman.<br />
El sol se había puesto tras las torres y minaretes <strong>de</strong> Central Park West y se percibía ya<br />
en el aire la llegada <strong>de</strong> una cálida noche veraniega. La señora Wisher encendió una<br />
pequeña vela e indicó a los religiosos que la acompañaban que prendiesen las suyas.<br />
—Amigos —dijo la señora Wisher, alzando la vela sobre su cabeza—, que nuestras<br />
pequeñas llamas, que nuestras pequeñas voces se unan en una furiosa hoguera y un<br />
inconfundible clamor. Tenemos un único objetivo, un objetivo que no admite indiferencia<br />
ni oposición: ¡Recuperar nuestra ciudad!<br />
Cuando la multitud comenzó a entonar la consigna, la señora Wisher reanudó la<br />
marcha hacia Grand Army Plaza. Con un último esfuerzo, Smithback logró rebasar la<br />
primera fila y se incorporó al pequeño séquito que encabezaba la manifestación. Era como<br />
hallarse en el ojo <strong>de</strong> un huracán.<br />
La señora Wisher se volvió hacia él.<br />
—Encantada <strong>de</strong> verlo, Bill —saludó con la misma tranquilidad que si Smithback<br />
estuviese invitado a merendar.<br />
—Encantado <strong>de</strong> estar aquí —respondió Smithback con una amplia sonrisa.<br />
Cuando la manifestación <strong>de</strong>sfiló lentamente ante el hotel Plaza y dobló por Central<br />
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