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ACTAS DEL CONGRESO CNLSE SOBRE LA INVESTIGACIÓN<br />

DE LA LENGUA DE SIGNOS ESPAÑOLA 2013 135<br />

“natural”; mostrado cómo es producto de procesos fuertemente definidos por elementos histórico-culturales<br />

pero muy consolidados en las sociedades alfabetizadas (Olson, 1994). Por el<br />

contrario, cuando pensamos en el modo que personas sordas signantes afrontan la relación<br />

entre lengua de signos y código escrito esta “presunción de continuidad” queda completamente<br />

suspendida: el alfabeto/código escrito no representa componentes intuitivos/naturales<br />

de la lengua de signos y, más aún, de hecho aprender a leer implica simultáneamente<br />

familiarizarse con otra lengua con otra gramática, morfología, historia lingüística, etc. –es<br />

decir, como se ha señalado en múltiples ocasiones, para una persona sorda signante aprender<br />

a leer supone una experiencia bi/multilíngüe (Domínguez, 2006).<br />

Esto no quiere decir, entonces, que la lengua de signos no sea relevante, ni contribuya al<br />

proceso de aprendizaje de la lectura en niños y niñas sordas; sino que, como han discutido<br />

Padden y Ramsey (1998), esta relación debe ser “cultivada”. Es decir, el modo en que la lengua<br />

de signos puede establecer conexiones con el código escrito es algo que adultos (padres,<br />

docentes, otros agentes) signantes deben trabajar de manera explícita y reflexiva con niños<br />

y niñas sordas signantes, para hacer relevante tanto estas relaciones más moleculares entre<br />

lengua de signos y alfabeto como el papel más amplio de la lengua de signos en la experiencia<br />

y prácticas lectoras de las personas sordas. Para nosotros esta noción de “cultivo” no<br />

tiene tanto la virtud de descubrir una nueva relación entre lengua y código escrito sino que<br />

más bien permite visibilizar y hacer mucho más explícita la naturaleza profundamente sociocultural,<br />

construida a través de prácticas sociales, de la relación entre lengua, comunicación,<br />

habla/signo y escritura, que ha quedado “naturalizada” en las sociedades alfabetizadas.<br />

b. La incorporación de las cuestiones identitarias para comprender la experiencia letrada y la relación<br />

de los niños y las niñas (y, especialmente, adolescentes) con la cultura escrita requiere<br />

un “giro” añadido en el caso de la infancia y adolescencia sorda. Como muestran ya varias<br />

investigaciones, hay un abanico de construcciones identitarias posibles para los jóvenes y<br />

adolescentes sordos, en las cuales su “discapacidad auditiva”, la lengua de signos y la comunidad/cultura<br />

sorda pueden ocupar una variedad de lugares (Skelton y Valentine, 2003;<br />

Maxwell, 1985). Más aun, como sugiere uno de los estudios del cual hemos extraído datos<br />

para esta comunicación, el tipo de identificación que se desarrolla en relación con la sordera/<br />

lengua de signos también desempeña un papel en el tipo de prácticas lectoras y, especialmente,<br />

en el tipo de relación que se establece con la lectura (Poveda et al.; 2012). Específicamente,<br />

en el caso de adolescentes sordos signantes (auto-definidos y auto-identificados<br />

con la cultura/comunidad sorda) el acto de lectura queda vinculado a la identidad sorda y<br />

una mirada política a la relación entre lectura-sordera que no está presente en adolescentes<br />

sordos “oralistas” o que tienen una relación mucho más marginal con la lengua de signos.<br />

En esta comunicación presentamos un estudio de caso que pensamos puede contribuir a continuar el<br />

debate sobre los puntos que acabamos de señalar. El caso a examinar es Cristina, una niña-adolescente<br />

sorda y signante que, por diferentes circunstancias afortunadas para nosotros, participó en dos<br />

investigaciones diferentes que documentaron con cierto detalle sus prácticas y experiencias lectoras<br />

a los nueve y catorce años de edad. Como veremos más abajo, Cristina desde temprano en su infancia

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