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ACTAS DEL CONGRESO CNLSE SOBRE LA INVESTIGACIÓN<br />

DE LA LENGUA DE SIGNOS ESPAÑOLA 2013 147<br />

Goodwyn, 2001). Ello permite confirmar que la adquisición y el aprendizaje de los signos contribuyen<br />

a establecer un puente de comunicación con el niño hasta que se produzca la aparición fonética de las<br />

palabras. El niño aprende tanto la forma como la función, además del hecho de que la forma del signo<br />

debe permanecer constante para que la comunicación sea exitosa (Goodwyn, Acredolo & Brown,<br />

2000). Incluso cuando la capacidad fonética empieza a aparecer, no todas las palabras tienen el mismo<br />

nivel de dificultad, por lo que el signo puede servir hasta que la palabra pueda ser pronunciada<br />

o comprendida. Ello resulta en que el niño utiliza de manera simultánea palabras que ya conoce, así<br />

como signos para aquellas palabras que aún le resultan difíciles o no puede pronunciar.<br />

Teniendo en cuenta que las producciones gestuales en el niño están íntimamente relacionadas con la<br />

etapa por la que atraviesan a nivel motor, es importante conocer su desarrollo y la vinculación estrecha<br />

que existe entre estos dos aspectos. Son ciertamente escasos los estudios que se han realizado<br />

sobre la estructura formal a nivel motor de los primeros signos en edades tan tempranas, pero la mayoría<br />

de los investigadores concluyen que la causa fundamental de la adquisición tardía y sus errores<br />

son causados por falta de madurez a nivel motor. La realización de cualquier signo implica poseer un<br />

control global del cuerpo, un dominio y una coordinación manual de cada uno de los elementos que<br />

intervienen directamente: mano, muñeca, antebrazo y brazo, siendo, en edades tempranas, destrezas<br />

que implican un desarrollo de adquisición progresivo, que pasa de movimientos espontáneos y<br />

descontrolados, hasta ejercer un control consciente y coordinado del cuerpo.<br />

Según los trabajos de Boyes-Braem (1973, 1990), McIntire (1977), Ann (1996), Siedlecki y Bonvillian<br />

(1993, 1997 y 1998), o Manretette y Mayberry (2000), entre otros, las primeras formaciones de la mano<br />

que aparecen en el desarrollo de la lengua de signos en edades tempranas, son aquellas que son más<br />

fáciles de articular y de percibir:<br />

Figura 1<br />

Si se presentan signos con una destreza motora superior a la que permite el propio desarrollo motor<br />

del niño, éste sustituirá las configuraciones más difíciles por otras que puede realizar, y que guardan<br />

similitud fonológica con las sustituidas (Manretette y Mayberry, 2000).

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