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42 LA LENGUA DE SIGNOS ESPAÑOLA HOY<br />
Meadow et al., 1981; Vernon y Koh, 1970, 1971; Conrad, 1979; Marchesi, 1981, 1995; Fernández, 1996;<br />
Stokoe y Battison, 1981; Bonvillian, Orlansky y Novak, 1983; Schlesinger, 1978; Wilbur, 1986; Musselman,<br />
Lindsay y Wilson, 1988; Greenberg, 1980), lo que parece debido a los beneficios que el uso<br />
temprano de la lengua de signos aporta al desarrollo de las personas sordas (Virole, 1996)». Como<br />
vemos, son una gran cantidad los estudios que corroboran los beneficios del aprendizaje temprano<br />
de la lengua de signos, llevando incluso a Morales (2008) a afirmar que «el bilingüismo es un nuevo<br />
modelo que puede llegar a resolverlo (el analfabetismo crónico de este alumnado)». Y sin embargo no<br />
se conoce ningún estudio cuyo resultado pueda indicar que este enfoque educativo implique algún<br />
riesgo o fracaso en los resultados.<br />
Asimismo, se han dirigido diversas investigaciones a comprobar si el conocimiento de la lengua de<br />
signos en niños sordos en programas educativos bilingües contribuye al aprendizaje de la lectura y<br />
escritura de una lengua oral. Pocas investigaciones sugieren que la lengua de signos no facilita directamente<br />
la adquisición de la lectura en una lengua oral: un artículo teórico de Mayer y Wells (1996) ponen<br />
en duda la denominada «teoría de interdependencia lingüística» propuesta por Cummins (1989, 1991),<br />
por la que las competencias adquiridas en una primera lengua pueden transferirse al aprendizaje de una<br />
segunda lengua. Mayer y Wells, basándose en otros estudios, argumentan que esto no es posible entre<br />
dos lenguas de modalidades diferentes como la lengua de signos y la lengua oral. En esta misma línea<br />
insisten Mayer y Akamatsu (1999). Sin embargo, como bien señala Niederberger (2008) «la hipótesis de<br />
que la ASL no puede facilitar el aprendizaje de lectura y escritura ha sido fuertemente criticada por la<br />
ausencia de apoyo empírico» (Hoffmeister 2000: 146) 34 . Niederberg lleva a cabo una investigación en<br />
lengua oral francesa y lengua de signos francesa en Suiza con un grupo de 49 niños con sordera severa<br />
y profunda que demuestra la existencia de una relación positiva entre el conocimiento de la lengua de<br />
signos y la adquisición de la lengua oral escrita. La misma autora (ibíd.) hace una revisión en su estudio<br />
que constata que todas las investigaciones similares coinciden en los mismos resultados con la suya, e<br />
invalida así claramente la hipótesis de Mayer y Wells, y de Mayer y Akamatsu.<br />
Consecuentemente, conociendo las dificultades de las personas sordas para alcanzar buenos niveles<br />
de competencia en la lectura, una de las principales cuestiones que quedaban sin resolver era justamente<br />
cómo la lengua de signos contribuía a mejorar esta situación. En palabras de Domínguez y<br />
Alonso (2004), la pregunta es: «¿pueden los niños sordos desarrollar representaciones fonológicas<br />
en ausencia de la información acústica y, si la respuesta es afirmativa, ¿cuál es el origen de estas<br />
representaciones fonológicas» dadas las diferencias de modalidad lingüística entre la lengua de<br />
signos y la lengua oral –visual frente a auditiva–.<br />
Hasta el momento:<br />
Por una parte, contamos con investigaciones que confirman que las personas con sordera prelocutiva<br />
profunda, que seguían una ruta fonológica en la adquisición de la lengua oral, necesitaban «recodi-<br />
34<br />
Texto original en inglés: «the hypothesis that ASL cannot facilitate the acquisition of literacy has been strongly<br />
criticized for lack of empirical support (Hoffmeister 2000: 146)».