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146 LA LENGUA DE SIGNOS ESPAÑOLA HOY<br />

La comunicación en edades tempranas basada en el aprendizaje de la lengua de signos adquiere cada<br />

día mayor relevancia en la educación infantil. No sólo por las ventajas que ello supone en el desarrollo<br />

de los niños, sino por el hecho indiscutible de ser una potente herramienta y recurso para las interacciones<br />

en esta primera etapa.<br />

Cuando prestamos interés científico en profundizar y conocer las características del proceso de adquisición<br />

de la lengua de signos en edades comprendidas entre uno y tres años, es necesario abordar<br />

aspectos relacionados tanto con el período madurativo por el que atraviesan los niños objeto de la<br />

investigación, como las características de las producciones fruto del aprendizaje de esta lengua, la<br />

evolución de la comunicación gestual que desarrollan, y el vínculo existente con el progreso a nivel<br />

motor en esta edad infantil.<br />

En el desarrollo de la adquisición del lenguaje, los gestos infantiles prelingüísticos se desarrollan espontáneamente<br />

en todos los niños, independientemente de la modalidad lingüística en la que estén<br />

inmersos, dándose a través de conductas de atención conjunta, en las que el niño típicamente antes,<br />

durante o después de la realización del gesto, establece contacto ocular con el adulto (Gómez, Sariá<br />

& Tamarit, 1993) y cuya intención comunicativa aludirá a un nivel expresivo, apelativo, referencial y<br />

social. Diversas investigaciones indican que el inicio de la ejecución de los gestos por parte del niño<br />

se produce entre los ocho y los catorce meses (Acredolo & Goodwyn, 2001; Garcia, 1999; Moore,<br />

Acredolo & Goodwyn, 2001), siendo entre los nueve y los catorce meses cuando comienzan a señalar<br />

(Perner, 1994).<br />

Estos gestos deícticos o de ejecución constituyen un destacado progreso sobre el actuar meramente<br />

con los objetos, aunque el significado del referente será efectivo si el observador sigue la trayectoria<br />

del gesto hacia su objetivo. A pesar de ello, debe reconocerse que estos signos suponen un importante<br />

paso en el desarrollo simbólico del niño, ya que constituyen acciones físicas simples que pueden<br />

ser usadas para representar objetos y eventos, así como para expresar deseos, necesidades, pensamientos<br />

y emociones. En este sentido, y dado que su forma vehicula su significado, tienen, asimismo,<br />

una clara función nominativa y comunicativa, y sustituyen al habla hasta que ésta resulta posible<br />

(Goodwyn, Acredolo & Brown, 2000).<br />

En esta etapa, la dificultad para el investigador está en saber reconocer y diferenciar cuándo los signos<br />

realizados hacen referencia a los propios de esa edad, y cuándo pertenecen a la lengua de signos,<br />

hecho que viene motivado en gran parte por la semejanza formal y el carácter icónico de las primeras<br />

emisiones, ya que dichos signos lingüísticos son en cierta medida continuadores de los gestos prelingüísticos.<br />

Este es el caso de la deixis, fuente de debate sobre si las localizaciones espaciales deben considerarse<br />

representaciones propiamente lingüísticas o simplemente de carácter deíctico (Corina, 1999),<br />

ya que el componente espacial en la sintaxis de la lengua de signos es un componente que marca<br />

relaciones gramaticales.<br />

Aún con debates y controversias, ha quedado probado científicamente que la habilidad para desarrollar<br />

estos signos aparece más tempranamente que la habilidad para reproducir palabras (Acredolo &

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