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20 LA LENGUA DE SIGNOS ESPAÑOLA HOY<br />

reciente podemos encontrarlo en Pinker (1994), que constató el nacimiento de una lengua de signos<br />

en Nicaragua cuando comenzaron a crearse escuelas que agrupaban a niños sordos. El New York Times<br />

Magazine 9 lo encabezaba con un elocuente título: “A Linguistic Big Bang”.<br />

Existe un precedente importante sobre el conocimiento de la lengua de signos en España: el de Lorenzo<br />

Hervás y su Escuela Española de Sordomudos (1795, en Herrero, 2008) en el que se demuestra que la<br />

lengua de signos es una lengua natural y se compara su gramática con la de las lenguas orales conocidas.<br />

Hervás venía a culminar la gran tradición española que inauguran Pedro Ponce de León (1550)<br />

y Juan Pablo Bonet (1620), pero al mismo tiempo da un giro de 180º a la tradición oral, reivindicando<br />

por primera vez en España el empleo de la lengua de signos en la educación de las personas sordas y<br />

haciendo hincapié en que esa lengua fuera la suya, la natural, sin signos artificiales como los de L’Epée.<br />

Fuera de España, hay que esperar a Tylor (1865) que, en su primer estudio científico titulado Las investigaciones<br />

sobre la historia temprana de la humanidad y el desarrollo de la civilización 10 , llevó a<br />

cabo uno de los primeros acercamientos a la naturaleza lingüística de la lengua de signos británica<br />

(Aroca et al., 2003). Sin embargo, tuvimos que esperar hasta Tervoort (1954) para tener un conocimiento<br />

más detallado sobre el funcionamiento de la lengua de signos. Sin duda, el trabajo que dio<br />

comienzo a toda la serie de investigaciones lingüísticas posteriores sobre las lenguas de signos fue<br />

Sign Language Structure de Stokoe (1960), un lingüista estadounidense. La investigación de Stokoe<br />

tardó un tiempo en ser reconocida (Herrero, 2002), pero dio paso a otras investigaciones también en<br />

Europa (Engberg-Pedersen et al., 1981 en Dinamarca; Bergman, 1982 en Suecia; Deuchar, 1984 en<br />

Inglaterra; Prillwitz, 1985 en Alemania; Volterra, 1987 en Italia) y, finalmente, en España (Rodríguez<br />

González, 1992; Muñoz Baell, 1998, 1999; Quer et al., 2005 11 ). Todas estas investigaciones sugieren<br />

que las lenguas de signos se estructuran en los mismos niveles lingüísticos que las lenguas orales,<br />

cumplen con las características formales de la lengua y ejercen las mismas funciones comunicativas,<br />

aspectos éstos a los que volveremos más adelante.<br />

El carácter natural de las lenguas de signos se ve reforzado empíricamente –además de las investigaciones<br />

lingüísticas mencionadas– por otras investigaciones psicolingüísticas que se han interesado<br />

por el desarrollo infantil de la lengua de signos en niños sordos. En general, en todas las investigaciones<br />

psicolingüísticas se ha constatado que los niños sordos con acceso temprano a la lengua de<br />

signos (por ejemplo, con padres sordos) siguen de forma similar las etapas de cualquier niño oyente<br />

en la adquisición de una lengua oral (Bellugi y Klima, 1972; Collins-Ahlgren, 1975; Schlesinger y Meadow,<br />

1972; en España: Viader, 1991; Juncos-Rabadán et al., 1997; Álvarez et al., 2002).<br />

Un artículo de Mayberry y Squires (2006) hace un recorrido por las diferentes investigaciones realizadas<br />

en hasta nueve lenguas de signos diferentes y todas ellas sugieren que las fases de adquisición y<br />

9<br />

New York Times Magazine (1999): “A linguistic Big Bang”. Disponible en: .<br />

10<br />

Título original en inglés: Researches into the early history of mankind and the development of civilization.<br />

11<br />

Ésta última sobre la lengua de signos catalana.

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