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256 LA LENGUA DE SIGNOS ESPAÑOLA HOY<br />

Por consiguiente, esta teoría tiene muchas afinidades con el lenguaje mímico del siglo XIX. Podemos<br />

comprobarlo con las fuentes de información, las observaciones y las aportaciones de las manifestaciones<br />

de D. Francisco Fernandez Villabrille y D. Juan Manuel Ballesteros y Santamaría (1794-1869):<br />

Según Villabrille, «en todos los establecimientos de sordo-mudos está admitido el uso del lenguaje<br />

mímico por darles conocimiento de su idioma, porque la escritura y la pronunciación no sirven por sí<br />

solas para ejecutarlo. Las palabras escritas y pronunciadas no dan este conocimiento por sí mismas:<br />

en vano se repetirá al sordomudo la palabra “pan” y se le presentará escrita una y más veces: su<br />

significado no será comprendido hasta que la idea del significado se asocia a la palabra por otros<br />

medios» (Villabrille: 70).<br />

Según Ballesteros, la falta de formación de personas sordas repercute en los propios sentimientos y<br />

afectos del alma, por ello «en el sordomudo hacen poca impresión todos los estímulos de pena o de<br />

placer que tan poderosamente agitan nuestra existencia moral;… pero aún las cosas que más vivamente<br />

les interesan, en los primeros momentos y cuando dura todavía el efecto de sorpresa, suelen<br />

mirarlas después con la más completa indiferencia».<br />

Pero, a la vez, la intuición e implicación de Ballesteros le lleva a concretar con sumo acierto importantes<br />

matices de la conducta de estas personas, en los que cree encontrar justificación para reducir la<br />

responsabilidad moral de sus actos:<br />

«Hay ciertos sentimientos que se manifiestan en ellos con poca fuerza: tales son la amistad que<br />

nunca llega al entusiasmo y la compasión, que tampoco es muy viva. Por el contrario el amor y<br />

los celos se manifiestan con exceso y son temibles las explosiones de su cólera. Por la más ligera<br />

causa pierden el imperio sobre sí mismos y se dejan arrebatar de la cólera y, como no pueden<br />

desahogarla con palabras vivas y precipitadas, con pronta explicaciones, sino con movimientos<br />

difíciles de comprender, resulta que las demostraciones de esta pasión son más violentas. (…).<br />

Esto se observa en los niños, en los sordomudos y en todas las personas en quienes no ejercen<br />

tanto imperio las conveniencias sociales».<br />

Paradójicamente, frente a ese desarraigo social, las personas con sordera manifiestan una peculiar<br />

dependencia respecto a los propios sordos:<br />

«(…) la grande unión en que viven los sordomudos. Dividen entre sí por partes iguales los agasajos<br />

que les hacen; toda noticia que pueda interesar a la comunidad se comunica entre ellos<br />

eléctricamente y no es posible acusar a ningún compañero sin exponerse con los otros a que le<br />

salga cara la denuncia: todos ellos se dejarán castigar con resignación antes que hacer un signo<br />

que indique el culpable. Si por otra causa llega éste a descubrirse, todos le mirarán como una<br />

víctima y se privan de alguna parte de su comida para reservarla al compañero regularmente<br />

sentenciado a reclusión. Esta protección es todavía mayor el castigado es el favorito de algunos<br />

de los sordomudos de más edad y consideración, (…) y mayor todavía si esta sucede de parte<br />

del jefe de los mudos, porque en cualquier reunión de estos por pequeña que sea, siempre hay<br />

entre ellos uno que ejerce grande influencia sobre los demás, siendo maravilloso que ellos tan<br />

entusiastas por la libertad, obedezcan servilmente a este jefe a quien han concedido su dominio,<br />

por su inteligencia».

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