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EL VIENTO DE MIS VELAS--J J PICOS

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Gumersinda se regocijó en su desquite. No se

extrañen de ello vuesarcedes: si ver vivos

todos los días llega a ser un fastidio

insoportable, calculen la jodienda de no parar

de ver muertos. Y todo por culpa de un

monaguillo borrachín. No habré de insistir en

que aquel final dejó harto satisfecho al risueño

gremio de verdugos del Reino de Galicia, a

cuyos hijos arrebataba el pan de la boca la

fama del ejecutor de Mondoñedo.

Con historias así, el ama me hacía entretenidas

las rutinas, a las que temo más que al peor de

los fantasmas. Incluso la hora pacífica de

acostarme, en la que el resto descansa de sus

tribulaciones, no me trae a mí más que

desazón. Dormir es capitular ante la Muerte

machacona, que todas las noches nos

recuerda que algún día no volveremos del

sueño. Ella es la que manda, y no Dios. Lo

único que puede hacer ese judío viejo y

huraño es crear más y más vidas para que la

Parca las consuma en su hoguera eterna,

como leños en invierno. Por eso amo el café,

porque me mantiene despierto y se lo orino a

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