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EL VIENTO DE MIS VELAS--J J PICOS

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Por eso repartía sin ton ni son, según hubiere

amanecido. Dicen que hasta participó en la

revuelta del año cincuenta y seis contra los

salazoneros; y que, al frente de una partida de

mareantes amotinados, destrozó las artes y

aparejos de la competencia catalana, con el

ánimo de correrla hasta la frontera de Aragón.

Él no decía que sí, ni que no, aunque yo creo

que, de andar revuelto, sería entre sábanas y

no en algaradas, como ya tendrán sus

mercedes ocasión de entender.

—Y lo que no saben esos descastados es que

son más españoles que mear en la puerta de

un rico —afirmaba sin embarazo el cura.

—No será usted capaz de irse a los

embarcaderos de Santa Lucía a gritar eso a los

salazoneros —le desafiaba don Gaspar.

—¡Por las alpargatas de Cristo que ya lo hice!

Y más de una vez —le respondía, muy ufano,

el padre Verboso.

—Tendrá que explicarme su eminencia la

razón de lo que afirma, porque no llego a

entenderla.

—Parece mentira que haya de explicarle eso a

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