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EL VIENTO DE MIS VELAS--J J PICOS

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que huyeron los otros maestros. Con las

mismas, al toque de carga, las escuadras

marcharon con paso de parada hasta que los

sedentes se levantaron amilanados, dejando

libres los asientos. Los militares los ocuparon y

se descubrieron.

Setaro tuvo que reunir a los músicos como

reúne el pastor a las ovejas que huelen al

lobo. Se encaró con Armengol, quien, con

mucha diplomacia, le dio garantías de que

había reprendido a su recluta y le juró por el

honor del cuerpo —sería el de Judas, no el de

granaderos— que no debía temer nada. Le

explicó que venían de gala, y algo penequillos,

porque se cumplían años de la sangrienta

jornada del paso del río Tedone, en las

guerras de Italia, de las que el Regimiento de

Mallorca salió con el título de Invencible.

Setaro, con la boca fruncida y una ceja

levantada, se congratuló por ello, pero se

volvió mosca a las bambalinas.

Y con razón. Al alzarse el telón de boca, que

se alzó tembloroso, los granaderos se llevaron

los cigarros a la boca como los de

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