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EL VIENTO DE MIS VELAS--J J PICOS

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que ayudó a mi prosperidad. Con tal de no ir a

filas, un paisano, si tiene con qué, paga lo que

haga falta. Así que, con los sobornos y el

contrabando en La Raya de Portugal, fui

engordando la buchaca. Pero, como ya sabrás,

nadie regala doblones a ochavo...

El sargento que lo favoreció era famoso por

una destreza que llevaba en el mote: Vara y

media, le apodaban. Era la medida de su

disciplina, que no aplicaba con el reglamento

en la mano, sino con la autoridad de su libre

albedrío y de sus galones velludos. Cada vez

que castigaba a un soldado —y le tenía mucha

afición a aquel ejercicio—, hacia astillas una

vara y la mitad de otra. Armengol pagaba ese

peaje, como los demás.

—Habiendo matado a gente de mi sangre,

tenía yo la seguridad de poder matar a

cualquier hijo de vecino que me pusiera la

mano encima. Y con esa certeza, me vino la

paciencia. Cuando era menester, los de Vara y

media pasábamos La Raya. Y no por el rey,

sino por encargo de algún hidalgo, zamorano o

portugués, que vivía más del contrabando que

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