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EL VIENTO DE MIS VELAS--J J PICOS

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mosén—. De noche se esponja y, por la

mañana, sabe mejor. ¡Una gloria, rapaz, una

gloria!

Cuando el chocolate estuvo bien desleído, lo

sirvió ipso facto. Armengol fue a por unas

rebanadas de pan frito y trajo, de paso, una

jarra de agua fresca. Las tres jícaras venían

embuchadas en mancerinas de plata y nácar.

Cada pieza de aquella vajilla representaba

cabalmente una flor de loto: el plato, las hojas

flotantes; el portante, el cáliz; y la jícara, los

pétalos. Las hay también con forma de tulipán,

pero al padre Verboso no se le podía mentar

aquel invento.

—¡Ni por un Cristo posaré yo mi boca en nada

que semeje tal flor!, símbolo de los filibusteros

holandeses, traidores y renegados, que

acuchillaron por la espalda a quien les dio

civilización y prosperidad. ¡Malditos bastardos

de una vaca y un luterano! No hay anillo más

hondo en el Infierno que aquel en el que caen

los holandeses, el mismo en el que Belcebú

mastica los huesos de Judas.

Ahí lo tienen vuesarcedes. ¿Recuerdan el

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