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EL VIENTO DE MIS VELAS--J J PICOS

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chocolatera; y es que el hombre lo prohibía en

la Casa de Dios, pero en la suya no. De ahí

que hoy digamos, cuando alguien muere

envenenado, que le han dado jicarazo.

De más está que les aclare que se formó la de

Dios es Cristo. Así que allá fue de nuevo la

Cristiandad a enredarse en bizantinadas. Por

entonces, el Mundo estaba a un paso de

abandonar su trono en el centro del Universo

para vagar como un arrastracueros celeste por

los arrabales del Sol; la Tierra se hacía más

ancha, sumando naciones y razas, y más

honda, gracias a las lentes que descubrían los

corpúsculos invisibles; el Becerro de Oro y la

Diosa Razón le daban codazos y puntapiés a

Dios para botarlo de su pedestal. Y ante ese

advenimiento del Armagedón, las mejores

cabezas de Roma, Salamanca y La Sorbona

discutían por el capricho de unas damiselas.

Llevan siglos queriendo obligar al Orbe entero

a beber la sangre de un judío y a comer su

carne, como si fuéramos caníbales con

chorreras, y no nos dejaban beber chocolate.

También le pasó al café, les diré, pues lo

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