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EL VIENTO DE MIS VELAS--J J PICOS

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Coruña, plaza fuerte y puerto de mar, no había

por entonces tanta concha a la que mudarse.

Cuando Carlos el Tercero quebró el monopolio

comercial de Cádiz con las Indias y abrió los

muelles y varaderos coruñeses al comercio

americano, acudieron al reclamo bandadas de

mercaderes y aventureros, que exigían no una

concha, sino dos: una para ellos y otra para

sus mercaderías. Ahí nos dimos cuenta de que

a esta dama vieja y flaca en la que yo nací no

le llegaba, para tanta chinche, cotilla tan

ajustada. Ahí mismo dejó el istmo de llamarse

La Pescadería para convertirse en La

Mercadería. Ahí empezaron a mearnos por

encima y a decirnos que llovía. Mexaron por

nos. E mexarán...

Y es que, a diferencia de las aves, que se

comen el gusano y dejan el cascarón, como

hacemos nosotros con un pistacho, las urracas

flamantes y los cuervos viejos hicieron botín

con la caracola y despreciaron el caracol.

Mientras que los pájaros se alimentan sin

crueldad, los pajarracos nuestros comían por

gula y eran crueles por ambición.

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