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EL VIENTO DE MIS VELAS--J J PICOS

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En las otras plantas vivían con justeza tres

familias y un escribano de Tuy. Don Gaspar se

pasaba el día en el negocio y dormía en la

guardilla, un chiribitil que parecía una esponja

en un charco.

El ama que nos cuidaba, que zurcía las medias

del viejo y las culeras de mis calzones, y que

nos preparaba caldos de gallina en invierno y

limonada en verano, se llamaba Gumersinda.

Don Gaspar le tenía mucho aprecio porque,

decía él, su piel le recordaba un pergamino

viejo. Nunca tuvo esposo, pero siempre vistió

de negro, como si hubiera nacido viuda. No de

otro color era la cinta de su sancosmeiro, tan

viejo y desvencijado que ya no tenía el color

de la paja, sino el de la ceniza mojada. Lo más

blanco en ella era el fondo de sus ojos; y,

asómbrense, su dentadura, sana y asaz

entera, puede que por ser curandera. Del

cuello le colgaban cousas boas: cruces de

Caravaca, Agnus Dei, beizons de San Francisco

y un rosario de semillas negras. De sus

muñecas pendían saquitos con polvo de

cuerno de alicorno, y las adornaba con

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