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EL VIENTO DE MIS VELAS--J J PICOS

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Avisad a vuestro hombre, madamita, de que

se ande con cuidado, y no le permitáis que la

lengua se le haga ventanera; modosita en su

estrado, bien aparte de las celosías, le traerá

más cuenta y beneficio.

—Pues quédese usted lejos de las faldas, cura

putero. Ella, para usted, como si la hubieren

hecho en la Fábrica de Porcelanas del Buen

Retiro, así que no me la estruje como la

estrujaba en la chalana —la madama se quejó,

Armengol debió de aferrarla.

—He visto lápidas más blandas que esta

porcelana tuya, botarate —le respondió el

cura—. Cuida, más bien, de que no te quiebre

ella a ti, que le sobran muelas para hacerte

polvo.

No hubo más parlamento, pero sí un golpe

garrafal en la mesa, acompañado del tintineo

desparramado de algunas monedas. Debió de

ser el puño de Armengol. Ya saben lo que

dicen: habiendo un hueso entre ellos, no son

amigos dos perros. Y menos aún, si el hueso

viene envuelto en tan hermosas chichas. Sin

ganas aquel día de meterme en camisa de

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