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EL VIENTO DE MIS VELAS--J J PICOS

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palabras gemelas. Pues, asómbrense, el

parlamento del jaquetón medró a peor.

—Y ya que hablamos de toros, yo sí que le veo

los pitones a Su Eminencia.

—Pues más a mi favor, bellaco —el padre

Verboso ya no sonreía—. Porque este toro

merece un estoque de Toledo, y no la

misericordia que traes en la mano. ¡Así que

date por calavera, muerto de hambre!

Y sin andarse en más puerca es vuestra madre

ni más guarra vuestra tía, el padre Verboso

sacó de debajo del balandrán una pistola de

abrigo y le descerrajó un plomazo en medio

del pecho. Si no hubiera disparado junto a mi

oreja, seguro que habría oído yo cómo se le

rompía la caja al otro. Pero, entre la explosión

de la pólvora y el resonar de la bóveda, me

quedé medio sordo. Y teniente del todo estaría

hoy si el cura no me hubiese tirado al suelo.

Providencial cuidado aquel, pues el leal que

nos acompañaba levantó un trabuco sobre mi

hombro, con la malévola intención de picar de

viruelas al segundo canalla. Les juro a sus

mercedes que en la balería de Eugui no hubo

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