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EL VIENTO DE MIS VELAS--J J PICOS

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Xan Green sonrió con melancolía en los ojos y

compasión en los labios. La melancolía era por

él y la compasión por don Gaspar.

—Sabe que le tengo aprecio, mi buen librero.

Y que me gusta hablar con usted porque ha

leído tanto que se ha empapado del buen

hábito de saber escuchar. Pero no sea

ingenuo: no es el miedo a mirar al abismo y a

sostener la mirada fascinadora de un barón de

los Infiernos lo que me provoca dolor en el

pecho. A la postre, no me arrepiento de mis

pecados, ni me mortifica el mucho placer

alcanzado. Lo que me mata es la añoranza por

lo que perdí.

—¿El alma? —pregunté yo, sin acabar de

entender.

—La ciudad, rapaz, la ciudad...

—Ahora vive usted en una —me piqué yo.

A la vez que estallaba una centella que traía la

misma luz del primer instante de la Creación,

Xan atronó la librería con una carcajada que

dejó en susurro el fragor que vino después.

—¿Llamas ciudad a esta garganta entre dos

mares?, ¿a esta lengua de tierra estrangulada,

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