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EL VIENTO DE MIS VELAS--J J PICOS

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AL MATUTE POR GOLOSO

-¡Cuando tengas las tetas tan grandes como

los ojos, ven a verme, neniña!

—¡Dile a tu señora madre que te dé a comer

almendras, así vendrás antes!

Lindezas de tal calibre tuve que soportar

mientras iba de una calleja entre dos

barracones hasta los fondeaderos de Santa

Lucía. Que aparentara ser una mocita no fue

bastión para las procacidades que me

dedicaron los centinelas del Resguardo. Debían

de pensar aquellos mamelucos que en el amor

y en la guerra todo agujero es trinchera,

aunque fuera uno de doce años. Si supieran

que me metí en semejante jardín por mi ansia

de comer almendras...

Es de ley reconocer que el disfraz era bueno.

Tal como el granadero me prometió, no me

hizo tirabuzones, pero no porque yo se lo

pidiera, sino porque no había tiempo para más

coqueterías que la de darme polvos de color

en las mejillas. Me caló una cofia y me soltó

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