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EL VIENTO DE MIS VELAS--J J PICOS

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los mismos escrúpulos de Armengol

Santabárbara, se forrasen el riñón con el

hambre civil.

Pero Setaro escogió aquel comedero no sólo

porque en la cocina tuvieran con qué llenar la

olla. La siciliana preparaba la pasta de su tierra

con el punto de ajo y candela que a Setaro le

placía. Digo lo de la candela porque le servía al

histrión para meterse en apuestas con más de

un gallo al que desplumaba y escaldaba. Los

napolitanos son reconocidos en media

Cristiandad por lo rijoso y lo supersticioso,

mientras que las napolitanas se hacen

inolvidables por lo suelto de su lengua y lo

leve de su vergüenza. También se ha hecho

llamativa la antigua Neápolis por los

cementerios romanos que los turistas ingleses

sacan a orear arrancándoles la costra de

piedra pómez.

—¡Si serán jardineros esos pérfidos! Si quieren

cavar, yo les regalo fosos y trincheras, que

buena falta nos hacen para defendernos de la

codicia de sus reyes tenderos —bramaba el

padre Verboso, añadiendo otra maldición al

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