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EL VIENTO DE MIS VELAS--J J PICOS

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agua jabonosa callaban por no perder el

disfrute de su nuevo hábito, el higiénico, y

para que el mosén se despojara del suyo. Y

sus maridos, mercaderes y letrados en su

mayoría, preferían mantener así el orden de

las cosas. No piensen mal de ellos; alaben, en

cambio, su espíritu práctico y progresista,

propio del siglo.

Han de tener en cuenta que hablo de hombres

ocupados en mil quehaceres: la carrera de

Indias cuando había paz, el corso y el

contrabando cuando la Gran Bretaña nos

declaraba la guerra y los rifirrafes a toda hora

con los mercaderes sevillanos, festejo tan

apreciado por allá como un mano a mano

entre Pedro Romero y Costillares. Eso sin

contar con los fatigosos viajes, Despeñaperros

arriba, para buscar favores y ventajas en la

Corte.

Por otro lado, bien saben vuecedes que nada

hay peor que una mujer ociosa: Cuando la

parienta de Pedro Botero no tiene qué hacer,

mata moscas con el rabo. Así que a los

mercaderes y letrados gaditanos no les parecía

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