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EL VIENTO DE MIS VELAS--J J PICOS

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tijeras, le plantó en el cuello lo que él planeaba

ponerle en la jeta. En fin, que, por ese tajo en

la garganta, a él se le fue la vida y a ella la

libertad.

Mi padre empezó a notar que, al volver de sus

visitas al penal, le era más cara La Ancha que

el andar libre. Como la presa no podía salir del

Parrote y a él no le alquilaban estancias,

Tonecho desató la insensatez que tuvo atada

por muchos años. Y, con las mismas, se delató

a sí mismo, haciendo gala de un pecado que

nunca cometió: el de indiscreción. Le faltó

poner mamarrachos por las calles anunciando

un matute de tabaco; sus hombres se libraron

porque don Antonio así lo dispuso, pero él fue

de cabeza a la trena, con gran alegría e injusto

orgullo de los oficiales del Resguardo. Y digo

injusto porque no lo apresaron ellos, sino un

par de ojos negros.

Una vez entrenado, don Antonio dispuso sus

negocios con tal industria, que no los llevaran

con más arte Aranda, Floridablanca y

Campomanes juntos. Primero alivió con

buenos gajes al alcaide y a los alguaciles

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