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EL VIENTO DE MIS VELAS--J J PICOS

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Flandes. ¡Paciente café, que indulgente fuiste

con aquella felonía! Después de tantos años

siéndote fiel, aún me sonroja recordarlo.Pero

tenía hambre, sin contar con que unos ojos

entornados y un escote aireado pueden torcer

la voluntad de un hombre hasta llevarlo a la

traición. El paje sonrió desde la malicia de sus

ojos verdes, Paulina se acarició el arco de

Cupido con el ápice de la lengua y yo tuve que

posar la jícara en el regazo para ocultar el

tremebundo empinamiento que se me venía

encima.

—Se ve que a su megsé le encanta mojag el

macagón —me susurró la coqueta—. Pues, si

tanto le plase, yo le dague cacao cuando vou

vouléz...

El negrito puso un mohín de seriedad y asintió.

Y ahí me quedé yo, corrido de vergüenza y a

punto de llevarme a la boca el dulce

empapado, con la urgente intención de no

decir nada. «¡Vive le Roi, vive la France y viva

la madre que te parió!», hubiera podido

exclamar. Y entonces Juana vino a salvarme

llenando el salón con su castellano musical.

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