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Edición Digital - Fundación Luis Chiozza

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106 LUIS CHIOZZA<br />

desde otro ángulo de observación y “al mismo tiempo”, una fantasía específi -<br />

ca. Por específi ca queremos signifi car propia de una determinada y particular<br />

realidad material. Es decir que puede ser distinta de otra, que su conexión con<br />

aquello que llamamos lo material es propia y particular. La idea o fantasía específi<br />

ca es aquello inherente, inseparable de una determinada materia, en cuanto<br />

ambas se constituyen recíprocamente o dependiendo de un mismo proceso.<br />

Desde este punto de vista, química, física, biología y psicología vendrían<br />

a confl uir en un enfoque estructural en donde “la confi guración de<br />

una estructura” es la fantasía que en un ser vivo se manifi esta groseramente<br />

como ese ámbito subjetivo que Portmann llama la “interioridad”.<br />

Estamos acostumbrados a decir que el hombre proyecta o transfi ere fantasías<br />

sobre los alimentos y sobre los medicamentos. Pero además de estas<br />

fantasías proyectadas que “revisten” los objetos, por decirlo así, con la imago<br />

de un pecho bueno o un pecho malo, y que pueden incluso transformar<br />

esos objetos en su misma intimidad, existe esa intimidad del objeto. La fórmula<br />

química de una sustancia es una confi guración, y esa confi guración o<br />

fórmula la distingue en el carácter de su acción, en su conducta, constituye<br />

su “alma”. Esa fórmula “vive” y se transforma en su contacto con otras fórmulas<br />

que constituyen su mundo “social”. “Afuera” o “adentro” de aquello<br />

que denominamos hombre, planta o animal son términos que poco signifi can<br />

si miramos al mundo con el anteojo de la química.<br />

Ser ingerido, metabolizado, excretado, fi jado a los tejidos, son vicisitudes<br />

en la “vida” de un alimento, de un tóxico o de un medicamento. Su identidad<br />

suele transformarse entonces tan completamente como para que sea necesario<br />

y útil cambiar el nombre en los diversos estados de esos procesos.<br />

En el lenguaje habitual utilizamos a veces los mismos términos para hablar<br />

de aquello que se considera vivo y de aquello que se considera inanimado.<br />

Así ocurre por ejemplo con el término “identidad”, o con “el nombre”, o<br />

con “el carácter”, que se aplican tanto a un sujeto como a una sustancia.<br />

Aquello que llamamos alimentación, intoxicación, terapéutica, constituye,<br />

desde este nuestro punto de vista, una interrelación entre “dos” interioridades<br />

que en nada se diferencia, enfocado desde este ángulo, de lo que<br />

ocurre cuando “dos” interioridades se unen en un campo transferencial-contratransferencial.<br />

En este último caso, la “fórmula” de interrelación suele<br />

adquirir la manera que denominamos formulación de una interpretación.<br />

Esta nueva “fórmula”, la interpretación, nacida desde el “metabolismo”<br />

del analista, también constituye una estructuración confi guracional, una interioridad<br />

que, “separada” de la interioridad que la produce, ingresa en la interioridad<br />

que la recibe, el paciente. Allí se combina, se transforma y constituye así<br />

otra nueva fórmula –¡un derivado!–: la interpretación que hace el paciente de

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