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Edición Digital - Fundación Luis Chiozza

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OBRAS COMPLETAS TOMO III 131<br />

como un modelo biológico propio del lenguaje, y a través del cual se expresa<br />

una fantasía que permanecería muda de cualquier otra manera.<br />

Cuando decimos que tal fantasía permanecería muda de cualquier otra<br />

manera, nos apoyamos, para una aseveración semejante, precisamente en la<br />

teoría de las zonas erógenas. Integrando la teoría de Freud con la de la escuela<br />

kleiniana, hemos visto que las zonas erógenas constituyen una fuente,<br />

cualitativamente diferenciada, cuyo corolario “mental”, la fantasía específi -<br />

ca, confi gura la matriz de lo que habitualmente denominamos lenguaje.<br />

Todo el conocimiento médico (histología, anatomopatología, fi siología,<br />

etc.), en cuanto constituye una forma de lenguaje, puede sí ser enfocado,<br />

desde este fructífero ángulo, como una representación de la fantasía<br />

inconciente que corresponde a los procesos que llamamos corporales.<br />

Volvamos ahora a Juan Pérez como organismo confi gurado, cuya estructura,<br />

como abstracción conceptual, admite tanto su integración en unidades<br />

estructurales cada vez más complejas (pareja, familia, sociedad),<br />

como su descomposición en unidades cada vez más elementales (órganos,<br />

funciones, células, genes, ácidos nucleicos).<br />

Puede decirse que el trazado conceptual de una determinada confi guración<br />

inclusiva o exclusiva es siempre más o menos arbitrario o convencional;<br />

sin embargo, el criterio “limitante” que lleva implícito es siempre<br />

riguroso: cada vez que delimitamos una confi guración, ésta queda determinada<br />

por un tipo de especifi cidad que nos permite “reconocerla” como<br />

parte de un conjunto de la misma “clase”.<br />

Entre la mano y el pie de Juan Pérez, o entre sus dos manos, existe un<br />

tipo de igualdad 31 , que deriva de la misma confi guración específi ca contenida<br />

en la estructura de sus ácidos nucleicos. Pero entre la mano derecha de<br />

Juan Pérez y la mía existe otro tipo de igualdad. Éste depende de una confi<br />

guración que, abstraída o separada, de un modo aparentemente arbitrario,<br />

de Juan Pérez y de mí, es sin embargo el producto de un trazado conceptual<br />

limitante regido por un criterio de especifi cidad tan riguroso como el primero.<br />

Esta segunda igualdad no se da entre ambas manos de Juan Pérez.<br />

El acto de estrecharnos las manos, usado aquí como símbolo de toda<br />

comunicación, sólo puede darse, y sólo es necesario, como consecuencia<br />

31 Evitamos a propósito decir “identidad”, porque el concepto de identidad,<br />

como cualidad que se aplica a lo que sólo puede ser igual a sí mismo, en su<br />

carácter de coyuntura cuatridimensional que incluye al yo y su circunstancia, es<br />

precisamente la contrafi gura de la igualdad que mencionamos. Por esta razón, me<br />

parece demasiado esquemático el sostener que la identidad “biológica” reposa<br />

sobre la estructura de los ácidos nucleicos.

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