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Edición Digital - Fundación Luis Chiozza

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290 LUIS CHIOZZA<br />

Una tal disociación eidético-material de la introyección (<strong>Chiozza</strong>, 1970a;<br />

<strong>Chiozza</strong> y Wainer, 1973b) recibe además un refuerzo en la relación oral secundaria<br />

del niño con la madre. La introyección de la madre, primitivamente<br />

unida de manera indisoluble a la ingestión de la leche materna durante la etapa<br />

oral primaria, se disocia de la incorporación del alimento cuando la aparición<br />

de los dientes conduce simultáneamente a la capacidad de infl igir un daño al<br />

objeto original y a la posibilidad y el deseo de la ingestión de carne.<br />

La percepción sensorial de los objetos, en cuanto constituye una presencia<br />

“ideal” de éstos en el mundo interno –aunque se acompañe de los<br />

signos de cualidad que denotan su presencia material–, confi gura una introyección<br />

“ideal” de esos objetos, que simboliza y representa el proceso<br />

de su incorporación o ingestión material. Puede por lo tanto ser considerada<br />

como la repetición inconciente de una conducta arcaica que encontraba<br />

su fi nalidad en un ensayo, tentativo, de ingestión, realizado, como paso<br />

intermedio, con el pensamiento, como si fuera el cumplimiento de un deseo<br />

aunque sin la descarga de la plena cantidad.<br />

La introyección “ideal” del padre conduce a los desenlaces conocidos: en<br />

parte es completamente asimilado en el yo, y en parte contribuye a la formación<br />

de la instancia que en el mundo interno conocemos como ideal del yo.<br />

Este último aspecto es el que nos interesa ahora, porque es precisamente<br />

este ideal del yo aquel que, como imagen interna del padre, constituye<br />

la fi gura frente a la cual aparece la problemática de la identifi cación<br />

a la cual nos referimos 57 .<br />

Si en la constitución de esta imagen ideal participan el pensamiento y<br />

el conocimiento de la realidad discriminada en las nociones de espacio y<br />

tiempo que posibilitan el reconocimiento de la continuidad de una misma<br />

persona en circunstancias diferentes de aparición en la conciencia, el hijo<br />

adquiere la noción de que su madre no es “la madre” del padre, e integra<br />

esta noción con su deseo edípico.<br />

Es entonces capaz de utilizar de manera instrumental la identifi cación<br />

proyectiva, cuyo “primer eslabón” es endopsíquico (Heimann, 1939), para<br />

“ponerse en lugar” del padre y comprender, con ayuda de la historia, que<br />

el padre, cuando ha tomado por esposa a la actual madre del hijo, ha renunciado<br />

a casarse con su propia madre.<br />

57 Aquí aparece “el nombre del padre”, constituyente, según el pensamiento de<br />

Lacan (Riffl et Lemaire, 1971), del orden simbólico como imperio de la ley y<br />

como acceso a la palabra. La relación de este pensamiento con el tema de este<br />

trabajo merece un estudio detallado que no podemos emprender ahora, pero<br />

debería incluir los interesantes planteos, acerca del orden social y del lenguaje,<br />

que fueron realizados por Ortega y Gasset (1948).

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