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Edición Digital - Fundación Luis Chiozza

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44 LUIS CHIOZZA<br />

para denominar la ictericia y para referirse a un estado mental patológico<br />

caracterizado por celos, envidia, malicia y suspicacia (Hornby, Gatenby y<br />

Wakefi eld, 1960). Otro ejemplo podemos extraerlo de un caso clínico aportado<br />

por Freud: se trata del caso de un hombre que “sufría extraordinariamente<br />

en sus ataques de celos y... que describía su estado diciendo sentirse como<br />

Prometeo encadenado y entregado a la voracidad de los buitres, o arrojado<br />

a un nido de serpientes...” (Freud, 1922b [1921], pág. 1018); sabemos que<br />

aquello que los buitres devoraban a Prometeo era precisamente el hígado.<br />

La fundamental intervención de las fantasías hepáticas en la envidia<br />

y los celos podría demostrarse con múltiples ejemplos; solamente agregaré<br />

uno especialmente signifi cativo. En la obra de Fernand Crommelynck<br />

(1920) El estupendo cornudo, el personaje central, Bruno, presa de los<br />

celos dice “el color es terroso, la bilis me ahoga” (Crommelynck, 1920,<br />

pág. 47) y más adelante: “...todo recae sobre el hígado”; luego, cuando<br />

“ya no le caben dudas de la traición”, manifi esta: “todos los conductillos<br />

hepáticos están tapados” (pág. 75) 7 .<br />

7 Es un hallazgo continuamente comprobado el que los celos y envidia aparezcan<br />

íntimamente ligados en la fantasía inconciente. M. Klein (1957a, pág. 114) presenta<br />

a los celos como un afecto que se desarrolla a partir de la envidia y que aparece en<br />

cuanto la relación bipersonal madre-hijo (boca-pecho) pasa a estructurarse en la<br />

relación edípica triangular. Si pensamos en la afi rmación de Freud (1923b) cuando,<br />

refi riéndose a los orígenes del ideal del yo, expresa que la primera y más duradera<br />

identifi cación ocurre con ambos padres y es directa e inmediata, anterior a toda<br />

catexis de objeto; y si aceptamos una representación o existencia interna, heredada,<br />

de la pareja paternal (Rascovsky, 1960; Cesio, 1964) tal como se desprende de<br />

las anteriores palabras de Freud (Cesio y colab., 1964b), podemos concluir que la<br />

situación triangular, edípica, necesaria para la aparición de los celos, ya se halla<br />

contenida en el psiquismo desde el primer momento.<br />

Al lado de estas consideraciones dinámico-estructurales acerca de los celos,<br />

podemos hacer otras de tipo económico. La palabra “celo”, derivada del latín<br />

zelus (ardor) y del griego zeo que signifi ca “yo hiervo” (Corominas, 1961), nos<br />

permite establecer una conexión entre los celos y la frustración instintiva, que<br />

queda de esta manera asociada al fuego como representante de los instintos y<br />

también a la interpretación que hemos hecho del mito de Prometeo en otro trabajo<br />

(<strong>Chiozza</strong>, 1963a) {véase el capítulo II, “El signifi cado del hígado en el mito de<br />

Prometeo”, de Psicoanálisis de los trastornos hepáticos (<strong>Chiozza</strong>, 1970a), OC,<br />

t. I}. Este contenido económico de los celos aparece asimismo cuando se habla,<br />

refi riéndose a ciertos animales, de una época de celo.<br />

Si tenemos en cuenta las consideraciones (expuestas en la nota anterior) acerca<br />

de un “intercambio funcional” de las cargas entre los instintos, podríamos pensar<br />

que la envidia representa predominantemente un caso particular en el ejercicio<br />

de los intereses del yo, mientras que los celos corresponden a una erotización de

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