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Edición Digital - Fundación Luis Chiozza

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196 LUIS CHIOZZA<br />

como ocurre en la hipocondría, y más aún cuando el proceso se manifi esta<br />

en forma de una alteración corporal, como es el caso de las llamadas organoneurosis,<br />

tal representación del órgano constituye un símbolo universal<br />

de esas fantasías inconcientes.<br />

En la misma obra de Freud encontramos los fundamentos, que sirvieron<br />

de introducción teórica a este trabajo, que nos permiten afi rmar que<br />

precisamente aquellas fantasías inconcientes preferentemente simbolizadas<br />

por determinados órganos (como, por ejemplo, las fantasías que llamamos<br />

orales debido a que utilizamos como símbolo de las mismas al órgano<br />

boca) son aquellas cuya fuente somática se halla constituida también predominantemente<br />

por dicho órgano (en este caso la boca). Vimos también<br />

en nuestra introducción que esto es válido además para los órganos internos<br />

y aun para los procesos orgánicos, ya que según las propias palabras de<br />

Freud, “todo órgano o proceso algo importante aporta algún componente a<br />

la excitación general del instinto sexual” (Freud, 1924c, pág. 1025).<br />

Decimos que este componente es propio del órgano considerado porque<br />

pensamos que la carga y su correspondiente representación, emanadas<br />

ambas del órgano fuente, continúan ligadas en lo que llamamos una fantasía<br />

inconciente. Tomando como ejemplo el estómago, decimos que aunque<br />

puede ser erotizado con libido proveniente de la zona erógena oral, siempre<br />

participa con un componente propio, emanado de su propio funcionamiento,<br />

en los procesos que se manifi estan como una alteración gástrica<br />

o adquieren una representación simbólica a través del estómago. De este<br />

modo interpretamos el concepto de lo oral-digestivo postulado por Garma<br />

(1954). Recordemos nuevamente las palabras con las cuales Freud (1915c)<br />

se refi ere a las distintas fuentes del instinto, cuando afi rma que muchas<br />

veces pueden ser deducidas del examen de los fi nes del instinto.<br />

Finalizaremos este apartado 41 reproduciendo un extenso párrafo de<br />

Freud en el cual hemos subrayado algunas frases. Vale la pena insistir en la<br />

apertura que brinda este pensamiento, formulado en 1895, y en la profundidad<br />

de su concepción teórica.<br />

Tomando al pie de la letra las expresiones metafóricas de uso<br />

corriente y sintiendo como un suceso real, al ser ofendida, la “herida<br />

en el corazón” o la “bofetada”, no hacía uso la paciente de un abusivo<br />

retruécano, sino que daba nueva vida a la sensación a la cual debió<br />

41 Una consideración teórica más profunda de lo que tratamos aquí puede encontrarse<br />

en “Apuntes sobre metapsicología” (<strong>Chiozza</strong>, 1972a) y “Conocimiento y acto en<br />

medicina psicosomática” [I] <strong>Chiozza</strong>, 1974a [1972]).

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