Edición Digital - Fundación Luis Chiozza
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72 LUIS CHIOZZA<br />
adecuadas para lograr esa “más o menos” adecuada transformación de la<br />
fantasía inconciente que llamamos elaboración.<br />
Nuestro entretenimiento con las fi guras planas está representando,<br />
pues, en la penumbra de nuestra conciencia, la necesidad y la incipiente<br />
posibilidad de una dimensión más en la técnica y la teoría psicoanalíticas.<br />
La necesidad de una “distancia” que nos permita abandonar “el” contenido<br />
latente, unívoco y “científi camente verdadero”, y observar desde una cuarta<br />
dimensión, aespacial y atemporal, acausal y acategórica, asistemática,<br />
nuestra cotidiana “experiencia tridimensional” frente al enfermo, surgida<br />
de un pensamiento cargado de tradición. Podemos sospechar que este ángulo<br />
de observación coincide con lo que se ha llamado el “ojo de Dios” o<br />
la “sabiduría del Demonio” 16 . Si el acceso a la tercera dimensión bifurcó<br />
la magia en lo que denominamos ciencia y lo que denominamos religión<br />
(Gebser, March, Naegeli y otros, 1954), el acceso a la cuarta dimensión nos<br />
permitirá, muy probablemente, trascender la frontera que separa la religión<br />
de la ciencia en una nueva actividad que ya no deberíamos llamar científi ca<br />
ni religiosa. Siguiendo en esto los pasos de Freud, quien en el estudio de<br />
lo ideal, de lo religioso y de lo sagrado sentó las bases para un profundo y<br />
diferente conocimiento de lo que adquiere el nombre de Dios y de lo que<br />
adquiere el no menos formidable nombre de Demonio. En otro campo de<br />
trabajo, la modernísima cibernética (Wiener, 1964) conduce al hombre, y<br />
de una manera ineludible, hacia una esfera de creación y destrucción que<br />
supone una identifi cación jamás lograda anteriormente, casi intolerable,<br />
en una atmósfera peligrosa que ayer hubiera sido irreverente y soberbia,<br />
con esos poderes que fueron hasta hoy tan sagrados e “intocables” como la<br />
consumación material del incesto.<br />
Podemos pensar que estos conformers, metafóricamente tan dotados<br />
de vida como esa criatura pigmaliónica que constituye la máquina moderna,<br />
capaz de crecer, de reproducirse y de crear o inventar su propio programa,<br />
al ser creados por el hombre y representar simultáneamente al hombre<br />
mismo, nos permiten observarlos con el “ojo de Dios” de una manera que,<br />
luego de las posibilidades brindadas por la cibernética, dista mucho de ser<br />
una “simple” metáfora 17 .<br />
16 Véanse las interesantes consideraciones que acerca del modo de funcionamiento<br />
del hemisferio cerebral derecho y su relación con el izquierdo, realiza<br />
Watzlawick (1977).<br />
17 No deseamos implicar en esto la idea de que nuestras actuales computadoras<br />
alcanzan o llevan incorporada la captación completa del principio de<br />
funcionamiento psíquico. Puede consultarse al respecto el interesantísimo libro<br />
La frontera entre el ordenador y la mente, de Joseph Weizembaum (1976). En