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Edición Digital - Fundación Luis Chiozza

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OBRAS COMPLETAS TOMO III 207<br />

cuatro versiones del Prometeo de Kafka: “Retrocediendo de dolor ante los<br />

picos despiadados de las aves de presa, Prometeo fue incrustándose cada<br />

vez más profundamente en la roca, hasta formar un todo con ella” (“Prometeo”,<br />

en Kafka, La muralla china, pág. 83).<br />

Ante los consejos de Océano, quien amistosamente expresa: “Si te ves<br />

en ese estado, es por culpa de tu lenguaje altanero. Y, a pesar de todo, no has<br />

aprendido aún a ser humilde, no sabes ceder a los males, y a tus sufrimientos<br />

presentes quieres añadir otros nuevos” (Esquilo, Prometeo encadenado, pág.<br />

11), la negación de Prometeo, contenida en la arrogancia, comienza a deshacerse.<br />

Entonces el héroe habla de su propia envidia, aunque sin creer todavía<br />

en ella y, utilizando la palabra disociada en parte del afecto que menciona,<br />

intenta acusar sutilmente al dios Océano, sospechando de la sinceridad de<br />

sus gestiones, aconsejándole con amarga ironía que se cuide para no atraerse<br />

la cólera divina. Evidencia así que no desea ser acompañado por un rival que<br />

comparta el “envidiable” heroísmo del suplicio.<br />

Prometeo contesta pues a Océano: “Te envidio, a fe, de que te encuentres<br />

libre de causa, después de haber tomado tanta parte como yo en mis<br />

empresas. Abandona... Cuida más bien de que no te atraigas algún mal...<br />

no te molestes... Todos tus esfuerzos de nada habrían de servir, si es que<br />

estaba en tu intención hacer esfuerzo alguno... ¡Ponte a salvo como sabes<br />

hacerlo!...” (Esquilo, Prometeo encadenado, págs. 11-12).<br />

Prometeo, en la obra de Goethe, exclama: “¡No sé de nadie más pobre<br />

bajo el sol que vosotros, oh, dioses!; a duras penas os alimentáis con el tributo<br />

de las ofrendas...”, y también: “Pues aquí me tienes, plasmo hombres<br />

a semejanza mía...” (Goethe, 1773, págs. 1734-1735), demostrando con<br />

esto su deseo de mantener la envidia en el ánimo de los dioses.<br />

Sin embargo, “la interpretación” de Océano ha rendido sus frutos, ya<br />

que Prometeo, ante la siguiente intervención del dios amigo: “¿No sabes,<br />

acaso, oh Prometeo, que para la enfermedad del odio existe la medicina de<br />

las palabras?”, responde: “Así es, con tal que sepa escogerse el momento<br />

en que es posible ablandar el corazón, pero no cuando se quiere extirpar<br />

por la fuerza una pasión envenenada hasta el último extremo” (Esquilo,<br />

Prometeo encadenado, pág. 13).<br />

Esta pasión envenenada, a la cual alude Prometeo y que se reitera más<br />

adelante cuando Hermes lo llama “espíritu de hiel” (Esquilo, Prometeo<br />

encadenado, pág. 28), constituye una alusión a los celos y la envidia, cuya<br />

relación con el veneno –que ha sido señalada por otros autores (Liberman,<br />

1962, pág. 83)– queda reforzada por las representaciones hepáticas.<br />

Podemos pensar que la situación melancólica de Prometeo, quien “se<br />

ha sorbido las lágrimas y ha devorado su hiel”, simboliza un proceso de

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