Edición Digital - Fundación Luis Chiozza
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226 LUIS CHIOZZA<br />
el problema fundamental que se ha planteado a este siglo. Se trata de<br />
comprender qué clase de cosas son los signifi cados, cuál es su naturaleza.<br />
Este problema puede ser abordado desde diversos ángulos. En “El<br />
signifi cado de la enfermedad” (<strong>Chiozza</strong>, 1971a) hemos intentado abordarlo<br />
desde un terreno que posee sus propios derechos: la experiencia<br />
psicoanalítica. Dijimos entonces que la vivencia que acompaña al acto<br />
de signifi car constituye “lo” signifi cado en el objeto que ha recibido y<br />
perpetúa el signo o señal.<br />
Señalemos ahora que si la vivencia que solemos denominar “signifi cado”<br />
acompaña al acto de signifi car, la relación entre el signo que la “posee”<br />
y su signifi cado no puede ser arbitraria, no puede ser el producto de una<br />
“convención” independiente y posterior, por la sencilla razón de que ambos<br />
forman parte de un mismo acontecimiento biológico, constituyen dos<br />
manifestaciones de un mismo fenómeno. Las palabras que Freud escribió<br />
en el historial de Isabel de R. y que citamos anteriormente enriquecen estas<br />
consideraciones.<br />
Debemos traducir ahora la palabra “vivencia” en los términos de la<br />
metapsicología que venimos utilizando. La palabra “sentido”, utilizada<br />
como sinónimo de la acepción habitual del término “signifi cado” (lo<br />
mismo ocurre con el francés sens), nos remite al mismo tiempo a un<br />
grupo de fenómenos en los cuales se conjugan la percepción y el sentimiento.<br />
“Sentido” es “signifi cado”, pero también es lo que llega a través<br />
de órganos como la vista, el tacto o el oído. “Sentido” es además “lo que<br />
siento” y, por último y no menos importante, es una dirección hacia la<br />
cual me encamino.<br />
Recorriendo atentamente esta línea de pensamiento, parece indudable<br />
que la naturaleza primaria del signifi cado debe ser encontrada en los<br />
procesos de descarga que constituyen una serie complementaria entre la<br />
acción y el afecto.<br />
Cuando frente al material constituido por una alteración somática, un<br />
síntoma, un gesto o un sonido vocal, nuestra interpretación, mediante la<br />
atribución de un signifi cado, descubre el signo de un lenguaje, cabe preguntarse<br />
quién ha trazado ese signo. ¿Es el ejercicio mismo de nuestra actividad<br />
interpretativa el que atribuye al fenómeno considerado, mediante un<br />
artifi cio, la cualidad de signo? ¿O, por lo contrario, la existencia misma de<br />
ese fenómeno que puede ser comprendido es la evidencia de una intención<br />
de signifi car que pertenece al organismo del cual emana el fenómeno?<br />
Esta cuestión, así planteada, coincide con la antigua e insoluble pregunta<br />
acerca de cuáles son las pruebas de la existencia de la conciencia<br />
en el otro, con la cual Freud defi ende su posición frente a quienes dudan