Edición Digital - Fundación Luis Chiozza
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OBRAS COMPLETAS TOMO III 219<br />
tintivo, sino una disposición al afecto que no pudo llegar a desarrollarse<br />
(Freud, 1915e). Esta disposición potencial al afecto, que se denomina también,<br />
siempre desde el punto de vista cualitativo, estructura afectiva inconciente<br />
(Freud, 1915e), corresponde desde el punto de vista cuantitativo a la<br />
llamada cuota de afecto o montante de excitación.<br />
Los afectos propiamente dichos son en cambio procesos actuales de<br />
descarga, percibidos en la conciencia bajo la forma de sensaciones o sentimientos<br />
cualitativamente diferenciados entre sí. Su capacidad de conciencia<br />
no depende, como en el caso de las ideas inconcientes, del agregado de<br />
un resto mnémico verbal o visual, preconciente (Freud, 1923b).<br />
La presente afi rmación de Freud acerca del carácter no actual, sino<br />
potencial, de la emoción inconciente, nos introduce en una aparente contradicción<br />
con su categórica postulación acerca del carácter patógeno, y<br />
aun corporalmente patógeno, de lo inconciente reprimido. Sin embargo, el<br />
efecto patógeno se establece siempre a través de formaciones sustitutivas<br />
que logran el acceso a la motilidad (sea voluntaria o vegetativa) y constituye<br />
por lo tanto un fracaso en el mecanismo de la represión.<br />
Estas formaciones sustitutivas pueden ser “interpretadas” por el sujeto<br />
que las padece mediante las más diversas alteraciones de su sentido primitivo,<br />
pero logran el acceso a la conciencia como procesos de descarga que<br />
constituyen afectos actuales.<br />
Freud (1905e [1901]) afi rma que el síntoma es en todos los casos una<br />
satisfacción enmascarada de los impulsos sexuales que confi guran el deseo<br />
o idea inconciente. Por lo tanto, el síntoma implica una inhibición del desarrollo<br />
del afecto original reprimido que subsiste en lo inconciente como<br />
disposición potencial asociada al deseo primitivo, pero también implica<br />
una transformación transaccional, no siempre saludable, de dicho afecto<br />
potencial original en un afecto actual que se descarga y se vivencia bajo la<br />
forma del síntoma y sus fenómenos concomitantes.<br />
Si aceptamos incluir, como lo hace Freud (1926d [1925]) en un sentido<br />
amplio, al dolor y a la angustia dentro de la teoría de los afectos, toda descarga<br />
motora, exceptuando aquellas destinadas al logro de la acción efi caz<br />
sobre el mundo exterior –y tal vez sobre los procesos internos–, constituye<br />
un afecto. Ha sido repetidamente señalado (Rapaport, 1962) que el desarrollo<br />
de afecto tiende a incrementarse cuando se incrementa la frustración<br />
frente a la ausencia del objeto o frente a otras formas de incapacidad para<br />
desarrollar la acción efi caz destinada a satisfacer la necesidad. Freud se<br />
ocupa del mismo tema de un modo semejante cuando afi rma: “La descarga<br />
motora, que durante el régimen del principio de la realidad había servido<br />
para descargar de los incrementos de estímulo el aparato psíquico, y había