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Edición Digital - Fundación Luis Chiozza

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122 LUIS CHIOZZA<br />

Si para los asirios babilónicos la terapéutica fue adivinación del pecado<br />

espiritual, para los griegos, la catarsis de las materias malas, y para los<br />

cristianos, la comunión con Dios, para el pensamiento científi co occidental<br />

esta terapéutica es una técnica de combate, precisa y defi nida, con la causa.<br />

Este combate entre el médico y la causa se desarrolla en el hombre que<br />

sufre la enfermedad y que debe convertirse, a la vez, en campo de batalla y<br />

en espectador pasivo de la terapéutica.<br />

Llegamos así a nuestro tiempo, uno de cuyos signos está constituido<br />

por lo que Laín Entralgo (1950a) denomina “voluntad de plenitud<br />

histórica”, plenitud que a nuestro juicio contiene en su esencia un<br />

enfoque atemporal que incluye y revaloriza actitudes “pasadas” frente<br />

a la enfermedad y que contempla y respeta posibilidades “futuras”, teniendo<br />

en cuenta que unas y otras constituyen representaciones de una<br />

realidad que vive y obra en nuestro presente. En nuestra época Freud<br />

nos introdujo otra vez, y desde un nuevo ángulo, en la consideración<br />

del sentido de la enfermedad, que cobra así signifi cado como una forma<br />

de lenguaje.<br />

El hombre como sujeto y como ser social volvió a ser tenido en cuenta<br />

no ya en el arte o la técnica de la medicina, de los cuales nunca pudo ser<br />

desalojado del todo, sino en la misma teoría acerca de la enfermedad y<br />

acerca del ejercicio de la terapéutica.<br />

Apéndice<br />

Las teorías acerca de la enfermedad y la terapéutica dependen de los<br />

famosos “criterios de salud y enfermedad”, en cuya discusión se omite,<br />

habitualmente, tanto una exposición ordenada de los fundamentos cuanto<br />

la consideración de parámetros que hoy, en 1980, no pueden ser desestimados.<br />

Mientras que en la práctica opera de manera inconciente el consenso<br />

predominante (generalmente indiscutido porque no es explícito)<br />

de que la enfermedad equivale a la distorsión o descomposición de un<br />

mecanismo que es necesario restaurar, en la teoría suelen emitirse opiniones<br />

pseudofi losófi cas poco responsables. La confusión, frecuente y<br />

lamentable, de este tipo de opiniones con el fi losofar, contribuye a la<br />

connotación peyorativa que la palabra “fi losofía” alcanza entre la mayoría<br />

de los médicos.<br />

A los fi nes de una discusión más prolija, me parece posible sostener<br />

que la medicina se propone modifi car la evolución alterada de una parte<br />

conceptualmente separada, respetando las siguientes premisas:

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