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Edición Digital - Fundación Luis Chiozza

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42 LUIS CHIOZZA<br />

ser tanto erotógenas (por ejemplo en el momento de su primacía) como<br />

erotizadas (por ejemplo en el momento de otras primacías) 6 .<br />

Por componentes propios de cada órgano creo que deberíamos entender:<br />

cargas que mantienen adheridas (en forma de representaciones o fantasías)<br />

cualidades específi cas emanadas de los órganos que les dieron origen. Freud<br />

lo afi rma explícitamente cuando dice: “...muchas veces pueden ser deducidas<br />

éstas [se refi ere a las distintas fuentes del instinto] del examen de los<br />

fi nes del instinto”, y más adelante: “Las diferencias que presentan las funciones<br />

psíquicas de los diversos instintos pueden atribuirse a la diversidad de las<br />

fuentes de estos últimos” (Freud, 1915c, págs. 1037 y 1037-1038).<br />

Podemos pues, teóricamente, y aunque no pudiéramos describir y verbalizar<br />

la especifi cidad de sus contenidos, hablar de fantasías hepáticas tal<br />

como hablamos, por ejemplo, de fantasías orales, uretrales, oral-digestivas,<br />

visuales, etc., que pueden erotizar otros órganos. En ellas la carga, sea de<br />

objeto externo o de una parte del propio cuerpo, contiene unida una fantasía<br />

original que corresponde al órgano fuente.<br />

6 Este “desplazamiento tópico” en el “aquí y ahora” de las primacías funcionales<br />

equivale en el presente atemporal a los conceptos de fi jación y regresión que,<br />

siendo temporales, permiten consideraciones histórico-genéticas.<br />

Desarrollando los anteriores conceptos de Freud, podríamos pensar que la carga<br />

de los instintos de autoconservación, o sea el interés, adquiere el nombre de<br />

libido, y constituye parte de los potenciales instintivos sexuales, en el mismo<br />

momento en que ya no se descarga en el funcionamiento del órgano que le da<br />

origen e invade las estructuras corporales vecinas (erotización). Dicho en otras<br />

palabras: la energía del instinto sexual emanada primariamente y como carga<br />

original (propia) de los órganos reproductores, se enriquece mediante las cargas<br />

de interés emanadas de las funciones yoicas. Inversamente, las cargas sexuales<br />

que invaden y erotizan las funciones yoicas se descargan mediante los actos del<br />

yo que tienden a su conservación y crecimiento sin que sea posible distinguirlas<br />

de las cargas del instinto de autoconservación.<br />

(El crecimiento, como producto de la reproducción celular, correspondería así a una<br />

fase “narcisista” de aquello que luego será la genitalidad, como si se tratara de un<br />

nexo o “pasaje” en el cual confl uyen o se fusionan el interés y la libido narcisista.)<br />

Por fi n cabría suponer que aquellas cargas eróticas que no logran ligarse a través<br />

de un crecimiento armónico, o descargarse a través de la capacidad efectora del<br />

yo y se acumulan más allá de un cierto límite, constituyen los potenciales del<br />

instinto de muerte y actúan como un tóxico tanatizando los órganos que han<br />

sido su fuente o las estructuras corporales vecinas. En determinadas condiciones<br />

de la economía tánato-libidinosa, estas cargas del instinto de muerte podrían<br />

nuevamente transferirse a los instintos sexuales, si nos atenemos a las siguientes<br />

palabras de Freud: “...también la excitación provocada por el dolor y el displacer<br />

ha de tener una tal consecuencia” (aportar algún componente a la excitación del<br />

instinto sexual) (Freud, 1924c, pág. 1025).

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