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Edición Digital - Fundación Luis Chiozza

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90 LUIS CHIOZZA<br />

que implican la protección líquida del ojo, tal vez como transformación<br />

simbólica de la protección que recibe el feto a través del líquido amniótico<br />

y las envolturas prenatales.<br />

En el caso de la efusión de sangre, en cambio, el signifi cado de<br />

pérdida para el organismo, símbolo de sacrifi cio y expiación, es lo más<br />

sobresaliente, debido precisamente a su carácter de líquido valioso por<br />

excelencia para el mantenimiento de la vida, el cual, por otra parte, sólo<br />

es vertido en circunstancias excepcionales y dramáticas, no ya como una<br />

función fi siológica habitual.<br />

Es interesante comprobar, en relación con este punto, que cuando a la<br />

efusión de lágrimas, o al sudor, se adscriben connotaciones de un sacrifi cio<br />

o sufrimiento extremos, se habla de “lágrimas de sangre” y también de “sudar<br />

sangre”. Recordamos aquí la frase de Churchill cuando pedía al pueblo<br />

inglés “sangre, sudor y lágrimas”.<br />

Las emociones que típicamente provocan la efusión de lágrimas son<br />

aquellas que suelen describirse como reacciones de dolor o tristeza, con<br />

todas sus variantes y matices, aunque, como podemos ver en la prolija descripción<br />

de Dumas, una multiplicidad de reacciones tales como la risa, la<br />

cólera o la alegría son acompañadas por la efusión de lágrimas.<br />

Si analizamos en términos de relaciones objetales inconcientes todas<br />

esas reacciones, podemos suponer que el sujeto que vierte lágrimas se encuentra<br />

frente a un objeto frustrador, idealizado, que niega o ha negado<br />

alguna gratifi cación, pero frente al cual no se ha perdido la esperanza de<br />

una transformación favorable, o de un reencuentro, en el caso de que la<br />

gratifi cación negada sea la presencia misma del objeto. La risa, la cólera,<br />

la alegría o el proceso de duelo pueden constituir entonces distintas transformaciones<br />

de esta vivencia melancólica básica.<br />

¿Por qué, de nuevo nos preguntamos, surgen las lágrimas de nuestro<br />

cuerpo en el momento en que se actualiza una relación de objeto como la<br />

descripta? Hemos señalado ya el sentido de ofrenda o dádiva de esta conducta<br />

o fantasía inconciente que parece traducir, a nuestro entender, una intención<br />

de “ablandar la dureza” del objeto frustrador, pagando o expiando<br />

la culpa frente a este objeto idealizado, al cual se imita, al mismo tiempo,<br />

en su carácter dadivoso y fl uyente.<br />

Casi no hace falta añadir que el objeto prototípico de estas fantasías<br />

contenidas en la efusión de lágrimas es el pecho que se niega y al cual se<br />

intenta transformar mediante la magia imitativa en gratifi cador. Como dice<br />

el refrán popular: “El que no llora no mama”.<br />

No obstante las consideraciones precitadas, que interpretamos en términos<br />

propios de las fantasías orales, encontramos en las “lágrimas de

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