Edición Digital - Fundación Luis Chiozza
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206 LUIS CHIOZZA<br />
Saint-Victor expresa: “Entre todos los grandes silencios trágicos de Esquilo,<br />
el de Prometeo, durante su suplicio, era célebre en la Antigüedad. El<br />
martillo que hendía sus miembros (y mediante el cual fue encadenado) ha hecho<br />
resonar la roca, pero no su voz. Se ha sorbido sus lágrimas y ha devorado<br />
su hiel” (Saint-Victor, 1880-1884, pág. 32). Cuando el héroe devora su hiel<br />
logra mantener su arrogancia mediante la negación de su envidia frustrada,<br />
cuyos efectos sobre Zeus, coartados en su fi n destructivo, se vuelven contra<br />
él mismo y constituyen la causa inconciente que, “sobreviniendo cada día”,<br />
como el pico del águila, renueva permanentemente su suplicio hepático.<br />
Mediante su actitud estoica intenta Prometeo despertar la envidia de<br />
Zeus y de los dioses enemigos, que habían de regocijarse si lo veían sufrir.<br />
Por eso teme fl aquear en ese estoicismo trágico cuando exclama: “Estoy<br />
sufriendo para regocijo de mis enemigos” (Esquilo, Prometeo encadenado,<br />
pág. 7), e intenta sutilmente despertar otra vez la envidia cuando expresa<br />
con mal disimulado orgullo: “Miradme... en una guardia que nadie podría<br />
envidiar”. Lo anterior nos permite sospechar que Prometeo, maníacamente,<br />
intenta provocar en los demás los efectos de su propia envidia frustrada,<br />
latente e inconciente, que permanece negada mediante su arrogancia estoica<br />
y su posesión del fuego de los dioses, a pesar de que ese mismo fuego<br />
robado, al cual se siente incapaz de renunciar, es el que provoca y mantiene<br />
su tormento hepático envidioso.<br />
En el carácter estoico que demuestra Prometeo, el titán que se rebela<br />
individualmente, como Lucifer, aparece la fortaleza de su yo; pero aparece<br />
también, a través del desafío (que provoca los consejos prudentes de<br />
los dioses amigos), su carácter maníaco, que queda evidenciado además<br />
mediante la negación de dos aspectos que podemos diferenciar como hipocondríaco<br />
y melancólico.<br />
El aspecto melancólico aparece esbozado en las lágrimas y la hiel,<br />
como representantes de la tristeza y la amargura por el escarnio sufrido y<br />
la “ignominia del suplicio” (Séchan, 1951, pág. 39) que Prometeo debe soportar<br />
para no renunciar a la posesión del fuego. Más adelante, quebrantado<br />
su ánimo por el dolor, aparecerá ese mismo aspecto melancólico como<br />
deseo de muerte cuando exclame: “Con ardiente deseo de morir, busco un<br />
término a mis males, pero la voluntad de Zeus mantiene alejada de mí la<br />
muerte” (Séchan, 1951, pág. 39).<br />
La negación de la envidia, que lo lleva a sorberse su propia hiel, llenándose<br />
de amargura, coincide también con la negación de la melancolía<br />
(bilis negra, el color de la hiel que no fl uye libremente).<br />
El aspecto hipocondríaco, más negado en el mito, surge como temor<br />
ante el sufrimiento que proviene del águila, y podemos verlo en una de las