Edición Digital - Fundación Luis Chiozza
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114 LUIS CHIOZZA<br />
se “acostumbra” al opio, ha de permanecerle fi el; desarrolla una adicción,<br />
una dependencia que, a la manera de un vínculo simbiótico fetal-materno,<br />
lo lleva a colocar el epicentro de su vida en el elixir, tal vez “opoterápico”<br />
26 , que penetra por sus venas.<br />
Si el opio, de genio vagotónico, intenta, casi siempre vanamente,<br />
reinstalar el ocio perdido frente al aburrimiento que representa lo aborrecido,<br />
horrible, horripilante (<strong>Chiozza</strong>, 1970a, cap. III, apdo. 3.c), no es de<br />
extrañar que su supresión brusca provoque, tanto en el hombre como en el<br />
animal, esa crisis de horror “tan espantosa” que se conoce con el nombre<br />
de síndrome de abstinencia y cuyo mecanismo fi siológico de producción<br />
también se desconoce. Se caracteriza por sudoración, midriasis, temblor,<br />
“carne de gallina”, desasosiego, vómitos, hiperpnea, hipertensión arterial,<br />
y también bostezo, lagrimeo, rinorrea, anorexia, fi ebre, pérdida de peso.<br />
Los hipertiroideos, “permanentemente horrorizados”, toleran muy<br />
bien la morfi na; los hipotiroideos, en cambio, son muy susceptibles a ella.<br />
La acción que la morfi na posee como depresora del metabolismo puede<br />
comprenderse desde este punto de vista como una acción contraria al miedo,<br />
a la reacción de alarma y a la lucha en el cotidiano campo de batalla<br />
de la vida, que muchas veces se manifi esta como hipersensibilidad, como<br />
alergia “exudativa”, como fenómenos de autoagresión.<br />
El dolor que sufre el hombre que ha ingerido opio es así, muchas veces,<br />
según los farmacólogos (Litter, 1966), dolor sin temor, y esto ya confi<br />
gura en la mayoría de los casos un alivio sufi ciente del sufrir.<br />
El opio no calma todos los dolores; se reparte con la aspirina el campo<br />
de su acción analgésica y reserva para sí el alivio del dolor visceral y<br />
traumático, abandonando en mano de su congénere, nacida en la probeta,<br />
los dolores osteoarticulares y reumáticos; y también, pero sólo hasta un<br />
cierto punto, el dolor de la cabeza, surgido del esfuerzo confl ictivo del<br />
pensar y del soñar.<br />
La morfi na calma especialmente el “dolor de corazón”. Quien ingiere<br />
opio no ha de “tomarse a pecho” las cosas, y su uso como analgésico y<br />
vasodilatador coronario es útil en la angina y el infarto. Es curioso que su<br />
efecto en este sentido dependa de su anillo piperidínico que la emparenta<br />
con la cicuta, la famosa asesina de Sócrates. El noble “veneno” deshace en<br />
este caso la garra del terror que se enseñorea en el corazón del hombre y lo<br />
26 Vale la pena consignar aquí el descubrimiento reciente (véase Snyder, 1977)<br />
de que la morfi na y sus derivados ejercitan sus efectos ligándose a receptores<br />
específi cos presentes en el encéfalo y en la amígdala, en donde actúan también<br />
sustancias morfi nosímiles (endorfi nas) segregadas por el organismo.