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Edición Digital - Fundación Luis Chiozza

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276 LUIS CHIOZZA<br />

a la llamada realidad histórica, no podemos saber si “realmente<br />

ocurrieron así”, es decir, de qué modo signifi caron en su época<br />

pretérita. Podemos pensar que el producto de la transformación de<br />

la historia está y es presente en la transferencia-contratransferencia<br />

y que a su vez ese presente se transforma momentáneamente<br />

en historia, en recuerdo, mediante la interpretación. El grado<br />

de coincidencia de este recuerdo con el pasado “objetivo” es<br />

teóricamente incognoscible.<br />

Tal como se puede comprobar en Rashomon, o en Seis personajes en<br />

busca de un autor, de Pirandello (1921), los acontecimientos pasados<br />

sólo constituyen historia en función de un signifi cado que, por su<br />

misma naturaleza de signifi cado, ocurre forzosamente en un ámbito<br />

subjetivo y variable. Lo único que podemos afi rmar “objetivamente”,<br />

desarrollando un paso más el razonamiento que llevó a Freud al<br />

descubrimiento del carácter encubridor de algunos recuerdos, es que<br />

la “historia objetiva” es presente en una totalidad cuatridimensional<br />

inabarcable, mientras que el recuerdo, todo recuerdo de aquello que<br />

ocurrió, sea del paciente o del analista, es una representación o<br />

apariencia de aquello que está ocurriendo actualmente.<br />

Sin embargo, la presentación de cualquier material clínico constituye,<br />

inevitablemente, una historia (entre las tantas que podrían relatarse<br />

sobre ese paciente), y, como tal, implica detenerse a pensar y escribir<br />

acerca de un paciente que en ese momento no ocupa el diván. Pensar<br />

en lo que pasó más que en lo que está pasando actualmente, durante<br />

el mismo proceso de realizar esa historia, como el producto de una<br />

situación compleja, rica en contenidos inconcientes. Situación que<br />

conjuga al analista con el signifi cado de sus notas o grabaciones, sus<br />

recuerdos del paciente, de sí mismo y del contorno social profesional<br />

al cual dirige su trabajo, sus propósitos, concientes e inconcientes,<br />

frente a sus objetos internos, representados ahora en especial por ese<br />

medio social y ese paciente. Recordemos aquí la profunda pregunta<br />

que formula G. Bateson (1948-1969) en sus “Metálogos”: “¿Cómo<br />

determina la gente objetiva cuáles serán las cosas sobre las que va a<br />

ser objetiva?”.<br />

Si bien es cierto que el psicoanálisis construye su cuerpo teórico fundamental<br />

sobre el modelo de las ciencias que investiga la naturaleza, su<br />

esencia consiste en la interpretación de una historia olvidada que permite<br />

re-signifi car el presente. En ese presente, dicha historia ha sido sustituida<br />

por otra, detrás de la cual al mismo tiempo que la primera se oculta, se<br />

manifi esta bajo la forma de signos arcanos.<br />

Sistematizar teóricamente lo esencial de la técnica y la observación<br />

psicoanalíticas implica por lo tanto la necesidad de trazar una metahistoria,<br />

junto a la metapsicología que Freud nos legó como derivado indirecto de la

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