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Edición Digital - Fundación Luis Chiozza

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220 LUIS CHIOZZA<br />

cumplido esta misión por medio de inervaciones transmitidas al interior<br />

del cuerpo (mímica, expresión de los afectos), quedó encargada ahora de<br />

una nueva función, siendo empleada para la modifi cación adecuada de la<br />

realidad y transformándose así en acción” (Freud, 1911b, pág. 496).<br />

Al defi nir los afectos propiamente dichos como una clase determinada<br />

de procesos de descarga, éstos han quedado de algún modo objetivados. Podemos<br />

preguntarnos ahora en qué clase de objeto teórico se halla anclada esa<br />

estructura afectiva inconciente potencial que, por el mismo hecho de ser potencial,<br />

resulta privada de su referencia a algún tipo de sustrato material concreto.<br />

Freud, en La interpretación de los sueños, acude en nuestra ayuda con<br />

las siguientes palabras que deseamos subrayar: “En la base de lo dicho hay un<br />

supuesto muy determinado sobre la naturaleza del desarrollo del afecto. Éste<br />

es visto como una operación motriz o secretoria, la clave de cuya inervación<br />

se sitúa en las representaciones del Icc.” (Freud, 1900a [1899]*, pág. 573).<br />

Estas palabras de Freud clarifi can todo el esquema. La estructura disposicional<br />

afectiva inconciente desde el punto de vista cualitativo, se encuentra<br />

“contenida” en la misma idea inconciente, ya que la forma de esta<br />

idea constituye la “clave” de la inervación capaz de desarrollar el afecto.<br />

Los llamados afectos retenidos corresponden entonces a montantes<br />

de excitación que buscan su derivación a través de una clave de inervación<br />

proporcionada por una idea inconciente. Al ingresar en la conciencia<br />

como representación, una parte de ella es capaz de desarrollar aquello<br />

que denominamos afecto, mientras otra parte es capaz de desarrollar<br />

aquello que denominamos idea.<br />

Se comprende de este modo que distintos “afectos inconcientes” puedan<br />

disputarse el acceso a la motilidad o ser víctimas de la represión, que<br />

puedan “combinarse” en una transacción que, junto a la persistencia en lo<br />

inconciente de la disposición para los afectos primarios (que confi guran la<br />

“tormenta” afectiva o las distintas pasiones), puedan constituirse, a través<br />

de sucesivas elaboraciones, nuevas disposiciones, “atemperadas”, hacia el<br />

desarrollo de afectos secundarios.<br />

También resulta comprensible de este modo que la descarga de una<br />

estructura afectiva inconciente mediante el desarrollo de afecto pueda conducir<br />

a la recarga de otra estructura inconciente como producto de aquello<br />

que denominamos la existencia de un confl icto afectivo inconciente.<br />

Cuando Freud se ocupa del problema de la angustia, expresa con las<br />

siguientes palabras una de sus más profundas postulaciones acerca de los<br />

afectos: “A nuestro juicio, también los demás afectos son reproducciones<br />

de sucesos antiguos, de importancia vital y, eventualmente, preindividuales;<br />

los consideramos como ataques histéricos universales, típicos e innatos

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