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Edición Digital - Fundación Luis Chiozza

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OBRAS COMPLETAS TOMO III 245<br />

Si el signifi cado obtenido por la interpretación, es decir lo que solemos<br />

llamar “el contenido latente”, pasara a sustituir en el enfermo al síntoma<br />

llamado somático, o se hubiera desarrollado espontáneamente en lugar de<br />

constituirse ese síntoma, el conjunto del fenómeno ocurrido podría ser descripto<br />

como psíquico o somático según cuál fuera nuestro modo de abordarlo<br />

y nuestra capacidad para percibirlo o comprenderlo.<br />

Ya que hemos sostenido que el carácter de psíquico o somático no depende<br />

esencialmente de la categoría intrínseca del fenómeno, sino del modo de<br />

abordarlo, percibirlo o comprenderlo, debemos sostener ahora que diferentes<br />

formas, funciones, desarrollos o trastornos corporales pueden ser comprendidos<br />

como la exteriorización de diferentes ideas o fantasías inconcientes,<br />

“claves de inervación” para las cuales los conceptos de psíquico o somático<br />

son impertinentes. Cada uno de los fenómenos que denominamos somáticos<br />

“posee”, más allá de cuál sea nuestra actual capacidad para descubrirlo<br />

o expresarlo en términos verbales, un signifi cado específi co, en el sentido de<br />

que ha ocurrido “en lugar” de un afecto y una idea conciente particular que<br />

hubieran podido ser el desarrollo equivalente de aquella idea inconciente que<br />

constituye la clave de inervación propia de ese fenómeno considerado.<br />

Es obvio que nuestra capacidad para comprender el signifi cado inconciente<br />

de los actos, la conducta o los síntomas, depende, como en el caso de<br />

cualquier otro tipo de lenguaje, de la existencia de un sentido unívoco con<br />

respecto a determinadas “unidades” o estructuras signifi cativas, aunque las<br />

posibilidades de combinación de estas unidades, prácticamente ilimitadas,<br />

nos enfrenten con posibilidades de expresión igualmente ilimitadas. Así,<br />

cuando habitualmente decimos (como es el caso del ejemplo mencionado)<br />

que los celos son el contenido latente, queremos decir “celos” y no “miedo”.<br />

Justamente de la diferencia entre uno y otro depende el éxito de nuestra interpretación.<br />

Cuando en lugar de una conducta se trata de un síntoma somático,<br />

es igualmente importante comprender lo más exactamente posible cuál<br />

es su “desarrollo equivalente”. No me refi ero aquí a uno cualquiera de los<br />

desarrollos posibles, sino a aquel otro, genérico, formado por afectos, ideas<br />

o actos primarios, que, como es el caso, por ejemplo, de los celos, constituye<br />

una de las experiencias básicas que nos mancomunan como seres humanos.<br />

Antes del descubrimiento de Freud la histeria se expresaba en un lenguaje<br />

corporal arcano e incomprensible. Desde esa época hasta nuestros<br />

días cada vez es mayor el número de las enfermedades que podemos comprender<br />

en el lenguaje del deseo y sus vicisitudes. Es posible suponer por<br />

lo tanto que aquellos fenómenos somáticos que hoy se consideran como<br />

transformaciones inexpresivas constituyan en cambio una evidencia de<br />

nuestra insufi ciencia para comprender su lenguaje.

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