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Edición Digital - Fundación Luis Chiozza

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292 LUIS CHIOZZA<br />

Mencionemos también, por su importancia, que la envidia en el hijo<br />

por el goce del padre, valorado erróneamente como si se tratara de la consumación<br />

material del incesto 60 , constituye un modelo mental general de<br />

los sentimientos envidiosos. La envidia se caracteriza por la proyección,<br />

sobre la situación envidiada, de otra situación ideal confi gurada por el goce<br />

que el sujeto que experimenta envidia es capaz de imaginar; goce que no<br />

suele coincidir con aquel otro que el sujeto envidiado alcanza.<br />

Por último, señalemos lo que la observación clínica nos muestra: el análisis,<br />

en el campo de la transferencia, de los motivos que sostienen esta persistencia<br />

del pensamiento primitivo, conduce al paciente hacia la etapa genital<br />

secundaria, atempera la rivalidad y la envidia frente al analista, y la transferencia<br />

adquiere un matiz nuevo y diferente que podemos denominar fraterno, ya que<br />

desde este punto de vista el padre y el hijo comparten como hermanos una misma<br />

prohibición impuesta por una evolución que adquiere el nombre de cultura.<br />

60 Son varios los planteos que confl uyen en este punto. Estamos acostumbrados a pensar<br />

–en nuestras discutidas extrapolaciones psicoanalíticas al campo de la antropología–<br />

en la existencia de un padre primitivo que usufructuaba el privilegio de la consumación<br />

material del incesto. Este modo de pensar podría ser considerado prima<br />

facie como una objeción a las ideas que estamos exponiendo. Para explicar el “sentimiento<br />

de injusticia” surgido frente a la prohibición del incesto, ¿no será sufi ciente<br />

con tener en cuenta la proyección (sobre el padre actual) de la imago de un arbitrario<br />

padre arcaico que en el pretérito existía efectivamente en el llamado mundo externo?<br />

No podemos retomar aquí, como lo hemos hecho en otro lugar (<strong>Chiozza</strong>, 1984b<br />

[1967-1970], cap. V), interesantes cuestiones que plantea el problema del sentido<br />

que debe otorgarse a la reconstrucción de una historia obtenida mediante el estudio<br />

de la realidad presente en el campo de la experiencia psicoanalítica. La interpretación<br />

se nutre de una serie complementaria en uno de cuyos extremos colocamos el<br />

suceso desconocido que realmente ocurrió en el mundo externo del pretérito y en<br />

el otro la representación que pone en escena, bajo la forma de una sucesión cronológica<br />

encubridora, la realidad inconciente que está ocurriendo en el presente. Debemos<br />

ocuparnos en cambio de señalar la existencia de una paradoja que importa a<br />

la línea fundamental de este trabajo. La idea de un arquipadre primitivo ejercitando<br />

la consumación material del incesto forma un conjunto coherente con la afi rmación<br />

de que la prohibición del incesto marca el pasaje de la naturaleza a la cultura. Pero,<br />

¿es acaso posible el incesto sin la cultura? Dejemos aquí planteada una respuesta<br />

que permite profundizar en el sentido que adquiere la pregunta. La consumación<br />

material del coito endogámico en la naturaleza no adquiere la fuerza plena del deseo<br />

incestuoso ni su signifi cado cabal, en la medida en que la ausencia de la prohibición<br />

proviene de la indiscriminación de la “persona” que es el objeto del deseo y el acto.<br />

Para que este deseo y este acto adquieran el carácter del incesto es necesario que el<br />

objeto haya sido preferido por haber sido reconocido y “personifi cado” mediante el<br />

recuerdo de una historia que es el producto de un vínculo específi co.

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