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Edición Digital - Fundación Luis Chiozza

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242 LUIS CHIOZZA<br />

leemos que no existen, si queremos hablar con propiedad, sentimientos<br />

inconcientes en un sentido análogo al que usamos cuando nos referimos<br />

a las ideas inconcientes. Mientras que las ideas inconcientes son actuales,<br />

de acuerdo con Freud, los sentimientos inconcientes son disposiciones<br />

potenciales. Estas disposiciones al desarrollo de determinados afectos<br />

sólo se convierten en afectos actuales cuando se realizan como procesos<br />

de descarga. La forma de esta descarga, aquello que determina la cualidad<br />

particular de cada afecto –su clave de inervación, para usar la expresión de<br />

Freud (1900a [1899])–, es precisamente la idea inconciente.<br />

De manera que la idea inconciente, que existe como actualidad, es al<br />

mismo tiempo una disposición potencial, latente, inconciente, al desarrollo<br />

de afecto, y este afecto se convierte en actual cuando, mediante la carga de<br />

la idea por un montante de excitación o quantum de afecto, se realiza como<br />

proceso de descarga y se hace perceptible por la conciencia bajo la forma<br />

de un sentimiento.<br />

Insistamos una vez más en este punto tan fundamental. Cuando decimos<br />

que el afecto se halla en lo inconciente como disposición y la idea como<br />

actualidad, queremos decir precisamente que la disposición inconciente al<br />

afecto es otra cosa distinta del afecto. Del mismo modo que en la actualidad<br />

de la semilla se halla la disposición a la futura planta, la cualidad de un afecto<br />

particular y futuro es, como actualidad, una idea inconciente. Cuando esta<br />

idea inconciente recibe un montante de carga o quantum de afecto, se inicia<br />

un proceso de descarga cuyas últimas manifestaciones son percibidas por la<br />

conciencia como sentimientos. Freud señala que el proceso de descarga que<br />

constituye un afecto puede ser percibido en la conciencia sin la intervención<br />

de las ideas preconcientes. Sin embargo, estas últimas nos permiten categorizarlos<br />

y reconocerlos como distintos sentimientos, mediante la adjudicación<br />

de la palabra que denomina a cada uno de ellos. Las ideas inconcientes que<br />

determinan la cualidad de los afectos pueden además adquirir conciencia<br />

bajo la forma de ideas construidas mediante recuerdos de palabras o imágenes<br />

visuales preconcientes, o también exteriorizarse en un acto.<br />

Pero, si admitimos que la idea inconciente existe como actualidad, cabe<br />

preguntarse nuevamente: ¿en dónde reside?, ¿cuál es el lugar de lo inconciente?<br />

Una respuesta freudiana consiste en afi rmar que lo inconciente, del<br />

mismo modo que la conciencia, ocupa un espacio virtual. El síntoma somático,<br />

la conducta, o el acto, en cambio, se desarrollan por lo general en un<br />

espacio real, perceptible, ya que nuestro modo de percibir el espacio depende<br />

de nuestra capacidad de percibir a la materia evolucionando en el tiempo.<br />

Cuando Freud defi ne lo que considera la primera hipótesis fundamental del<br />

psicoanálisis, señala la existencia de un aparato psíquico extenso, pero el

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