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Edición Digital - Fundación Luis Chiozza

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202 LUIS CHIOZZA<br />

1) porque se trata en principio de un mismo mecanismo que<br />

es utilizado de una manera o con una intensidad diferente en la<br />

salud y en la enfermedad;<br />

2) porque, en castellano por lo menos, el término “envidia”,<br />

lo mismo que el verbo “envidiar”, mantiene (al lado de aquella<br />

que destacamos en psicoanálisis) una connotación positiva<br />

que aparece en el diccionario defi nida como “deseo honesto”<br />

o “apetito de lo lícito” (Real Academia Española, 1950). En<br />

francés, esta conexión es aun más evidente, ya que envie se<br />

utiliza habitualmente para designar un deseo urgente, como por<br />

ejemplo envie de dormir (Quillet, 1963).<br />

Considerada de este modo, la envidia no sólo es un afecto que evita la<br />

introyección o que resulta en una introyección indiscriminada como lo ha señalado<br />

M. Klein (1957a) al afi rmar que la envidia impide una buena disociación<br />

entre lo bueno y lo malo, sino que también la envidia es un mecanismo<br />

de defensa doble: primero como intento de desmenuzar afuera aquello que<br />

se teme incorporar intacto; segundo, como una forma de destruir el estímulo<br />

inmanejable que provoca el re-sentimiento de la carencia.<br />

La incapacidad para materializar, la envidia y<br />

la melancolía como sufrimientos hepáticos<br />

Utilizaremos la parte fi nal de este artículo para ocuparnos de algunos<br />

otros aspectos de las fantasías hepáticas. Acordes con la necesidad de ser<br />

breves evitaremos reiterar durante esta parte los fundamentos teóricos que<br />

nos asisten en la elección y el análisis del material. El mito y el arte literario,<br />

a partir del cual proseguiremos nuestras consideraciones, le brindarán<br />

una mayor riqueza a la teoría “descarnada”.<br />

Freud ha escrito: “Es difícil rechazar la idea de que siendo el hígado<br />

asiento de las pasiones, signifi que simbólicamente lo mismo que el fuego,<br />

de manera que su cotidiana consunción y regeneración describiría con fi -<br />

delidad la fl uctuación de los deseos amorosos que diariamente satisfechos,<br />

se renuevan diariamente” (Freud, 1932a [1931], pág. 69). Esta opinión de<br />

Freud puede completarse luego de un prolijo análisis del mito de Prometeo<br />

(<strong>Chiozza</strong>, 1970g [1966]) (y de acuerdo con su propio pensamiento acerca<br />

del lenguaje hipocondríaco) expresando que el hígado y el fuego se aúnan<br />

en la representación de las fantasías inconcientes tanáticas y libidinosas,<br />

inherentes al proceso metabólico. Para esas fantasías “metabólicas” evi-

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