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REVISTA DIGITAL ENFOQUES EDUCATIVOS Nº 28 15/12/2008
y para la publicidad, por lo que no se podía considerar que este tema fuese motivador
para ellos.
Los niños/as y jóvenes actualmente utilizan un correo bien distinto, el del
teléfono móvil o el de internet, y este tipo de misivas presenta dos cuestiones nada
provechosas para el trabajo de la lengua castellana: el uso de un tipo de escritura que
casi ignora algunas de las letras de nuestro abecedario como por ejemplo las vocales
(con lo que en ocasiones los chicos/as escriben mensajes indescifrables y plagados de
faltas de ortografía), y la brevedad de los mismos que hace que lo que se tenga que
decir en ocasiones se reduzca a la mínima expresión posible.
Después de este intento no del todo provechoso, pensé que una forma de
motivar a mis alumnos y alumnas a escribir podría ser partir de un cuento al que le
escribiríamos un final. Al principio pensé en los cuentos tradicionales y aprovechar de
paso la ocasión para poder trabajar el contenido transversal de la superación de
desigualdades por razón de género, ya que la propuesta que tenía en mente consistía en
escribir un final en el que se cambiase el rol que la mujer tiene asignado en la mayoría
de estos cuentos.
El día que empezamos la experiencia, volví a llevarme otra sorpresa por dos
motivos bien diferentes. El primero era que la gran mayoría de los niños y niñas
confesaron que sus padres no les leían cuentos y por tanto no conocían muchos de los
cuentos tradicionales. El segundo motivo fue que cuando comencé la narración del
cuento escogido, se despertó en ellos un gran interés por escuchar estos relatos, por
inventar ellos un final y por conocer cuál era el final que el autor del cuento nos
proponía.
En esta ocasión había decidido probar suerte con Rodari y uno de sus libros que
encontré por casualidad en la biblioteca del aula: “Cuentos para jugar” de 1980.
El autor comienza el libro con las siguientes “INSTRUCCIONES PARA EL
USO: Estas historias se publican con la amable autorización de la RAI (Radio-
Televisión Italiana). De hecho, fueron escritas para un programa radiofónico que se
titulaba precisamente Cuentos para jugar, que fue emitido en los años 1969-70 [...]
Cada cuento tiene tres finales, a escoger.
En las últimas páginas el autor ha indicado cuál es el final que él prefiere.
El lector lee, mira, piensa y si no encuentra un final a su gusto puede
inventarlo, escribirlo o dibujarlo por sí mismo.
¡Que os divirtáis!”.
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