Economia-feminista-desde-america-latina

La economía feminista desde América Latina:
Una hoja de ruta sobre los debates actuales en la región
En el segundo caso, en cambio, el umbral se define en términos normativos. Lo más
habitual es establecer un valor monetario conocido como línea de pobreza, que representa
el costo de adquirir una canasta de bienes y servicios que se considera imprescindible
para sobrevivir socialmente. La línea de pobreza suele estimarse a partir
del valor monetario de la canasta básica alimentaria, entendida como el conjunto de
bienes alimenticios que las personas requieren para sobrevivir físicamente (en función
del aporte nutricional que otorga). A esto se adiciona una estimación del costo
de adquirir el resto de bienes y servicios (vivienda, transporte, vestimenta, recreación,
etc.) que se consideran socialmente imprescindibles para vivir. Cuando la pobreza se
concibe de esta forma, la estrategia para enfrentarla pasa por garantizar un nivel de
ingreso mínimo a las personas. Esta concepción es la que prevalece cuando se admite
al mercado como el mecanismo natural de distribución y asignación. Así, las políticas
públicas para atender la pobreza estarían focalizadas en aquellas personas que por
sus propios medios no pueden acceder a un ingreso. La visión dominante considera
que esta situación obedece a las características personales de los individuos (por
ejemplo, su nivel educativo, su edad o su experiencia laboral) y a su mayor o menor
capacidad y predisposición a insertarse en el mercado laboral. Así la “solución” pasa
por mejorar las capacidades de esas personas (por ejemplo a través de instancias de
capacitación), o asistirlas directamente si se considera que sus posibilidades de “empleabilidad”
son escasas (por ejemplo, si se trata de mujeres con bajo nivel educativo
y mucha carga de familia). En el debate existen otras visiones sobre la pobreza, que
se alejan de esta mirada restrictiva, acercándose a nociones más amplias que tratan
de captar la multidimensionalidad y el carácter sistémico del problema. La crítica
feminista a esta noción es una de ellas (ver al respecto, lo señalado en el capítulo 8 y
Lo Vuolo et al, 1999).
Lo Vuolo, R., A. Barbeito, L. Pautassi y C. Rodríguez Enríquez (1999), La pobreza… de la
política contra la pobreza. Ciepp-Miño y Dávila. Cap. 1, Buenos Aires.
Política anticíclica: ver capítulos 1 y 6.
Posición de ruptura: “Indica la vulnerabilidad o la fuerza de una persona en la negociación”
(Sen, 1990). Las mujeres debido a la falta de autonomía económica pueden
ser muy vulnerables en los procesos de negociación ante la amenaza de ruptura.
Sen, A. (1990), “Gender and Cooperative Conflicts”, en Tinker, I. (ed.), Persistent Inequalities.
Women and World Development. University Press, Oxford.
Presupuestos de género (análisis/elaboración): ver capítulo 7.
Progresividad/regresividad de la política fiscal: La progresividad y la regresividad de
los impuestos son conceptos opuestos que están relacionados con el ingreso. Se dice
que un impuesto es progresivo cuando aumenta conforme aumenta el ingreso y es
regresivo cuando disminuye conforme aumenta el ingreso. En términos generales, los
impuestos directos son progresivos. Los impuestos directos son aquellos que gravan
el ingreso, la riqueza o la propiedad de las personas y de las empresas. Un impuesto
progresivo es aquel que cuando aumenta el ingreso de la persona, ésta debe pagar
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