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Piel negra, máscaras blancas - gesamtausgabe

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La vergüenza. La vergüenza y el desprecio de mí mismo. La náusea. Cuando se<br />

me quiere, se me dice que es a pesar de mi color. Cuando se me odia, se añade que<br />

no es por mi color... Aquí o allí soy prisionero de un círculo infernal.<br />

Doy la espalda a esos escrutadores de antes del diluvio y me aferró a mis hermanos,<br />

negros como yo. Horror, ellos me rechazan. Ellos son casi blancos. Y además<br />

quieren casarse con una blanca. Tendrán niños ligeramente morenos... Quién sabe,<br />

poco a poco, quizá...<br />

Yo había soñado.<br />

—Verá, señor, yo soy de los más negrófilos de Lyon.<br />

La prueba estaba allí, implacable. Mi negrura estaba allí, densa e indiscutible. Y<br />

me atormentaba, me perseguía, me inquietaba, me exasperaba.<br />

Los negros son salvajes, brutos, analfabetos. Pero yo sabía que en mi caso esas<br />

proposiciones eran falsas. Había un mito del negro que había que demoler a cualquier<br />

precio. Ya no estábamos en la época en la que uno se maravillaba ante un cura<br />

negro. Teníamos médicos, profesores, estadistas... Sí, pero en esos casos persistía<br />

algo de insólito. «Tenemos un profesor de historia senegalés. Es muy inteligente...<br />

Nuestro médico es negro. Es muy amable».<br />

Era el profesor negro, el médico negro; yo, que empezaba a fragilizarme, tenía escalofríos<br />

a la menor alarma. Sabía, por ejemplo, que si el médico cometía un errór era<br />

su fin y el de todos los que le siguieran. ¿Qué se puede esperar, en efecto, de un médico<br />

negro? Mientras todo vaya bien se le pone por las nubes pero, ¡atención, ninguna<br />

tontería, a ningún precio! El médico negro nunca sabrá hasta qué punto su posición<br />

bordea el descrédito. Os lo digo, estaba amurallado: ni mis actitudes civilizadas, ni mis<br />

conocimientos literarios, ni mi compresión de la teoría cuántica hallaban gracia.<br />

Yo reclamaba, exigía explicaciones. Suavemente, como se habla a un niño, se me revela<br />

la existencia de una determinada opinión que algunas personas adoptan pero de la<br />

que, añadían, «había que esperar la rápida desaparición». ¿Cuál? El prejuicio de color.<br />

El prejuicio de color no es sino un odio irracional de una raza por otra, el desprecio de<br />

los pueblos fuertes y ricos por los que consideran como inferiores a ellos y luego el amargo<br />

resentimiento de aquellos obligados a la servidumbre y a los que a menudo se injuria. Como<br />

el color es el signo exterior más visible de la raza, se convierte en el criterio y en el ángulo<br />

bajo el que se juzga a los hombres sin tener en cuenta sus logros educativos y sociales. Las<br />

razas de piel clara han llegado a despreciar a las razas de piel oscura y estas últimas se niegan<br />

a consentir por más tiempo esa condición subordinada que les pretenden imponer3.<br />

3 Sir Alan Burns, Le préju gé de race et de couleur, cit., p. 14.<br />

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