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Piel negra, máscaras blancas - gesamtausgabe

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No se nos ocurriría pedirles a esos negros que corrigieran la concepción que se<br />

forman de la historia. Además, estamos convencidos de que, sin saberlo, comulgan<br />

con nuestras opiniones, acostumbrados como están a hablar y pensar en términos<br />

de presente. Los pocos compañeros obreros que he tenido la oportunidad de conocer<br />

en París nunca se han planteado el problema del descubrimiento de un pasado<br />

negro. Sabían que eran negros, pero, me decían ellos, eso no cambia nada.<br />

Y en eso tenían todita la razón.<br />

A este respecto formulé una observación que he podido ver en muchos autores:<br />

la alienación intelectual es una creación de la sociedad burguesa. Y llamo sociedad<br />

burguesa a toda sociedad que se esclerotiza en formas determinadas, prohibiendo<br />

toda evolución, todo avance, todo progreso, todo descubrimiento. Llamo sociedad<br />

burguesa a una sociedad cerrada en la que no se vive bien, donde el aire está podrido,<br />

las ideas y la gentes putrefactas. Y creo que un hombre que toma partido contra<br />

esa muerte es, en un sentido, un revolucionario.<br />

El descubrimiento de la existencia de una civilización <strong>negra</strong> en el siglo XV no me<br />

añade un ápice de humanidad. Se quiera o no, el pasado no puede de ninguna manera<br />

guiarme en la actualidad.<br />

La situación que he estudiado, se habrán dado cuenta, no es clásica. La objetividad<br />

científica me estaba vedada, porque el alienado, el neurótico, era mi hermano,<br />

mi hermana, era mi padre. He intentado constantemente revelar al negro que en<br />

cierto modo se anormaliza; al blanco que es a la vez mistificador y mistificadd.<br />

El negro, en ciertos momentos, se halla encerrado en su cuerpo. Pero, «para un<br />

ser que ha adquirido la conciencia de sí y de su cuerpo, que ha llegado a la dialéctica<br />

del sujeto y el objeto, el cuerpo ya no es causa de la estructura de la conciencia,<br />

se ha convertido en objeto de conciencia»2.<br />

El negro, aunque sincero, es esclavo del pasado. Sin embargo, soy un hombre<br />

y, en ese sentido, la guerra del Peloponeso es tan mía como el descubrimiento de<br />

la brújula. Frente al blanco, el negro tiene un pasado que valorizar, una revancha<br />

que tomarse; frente al negro, el blanco contemporáneo siente la necesidad de recordar<br />

la época antropofágica. Hace algunos años, la Asociación Lionesa de Estudiantes<br />

Franceses de Ultramar m e pidió que respondiera a un artículo que, literalmente,<br />

hacía de la música de jazz una irrupción del canibalismo en el mundo<br />

moderno. Sabiendo adonde quería llegar, negué las premisas del interlocutor y le<br />

pedí al defensor de la pureza europea que se deshiciera de un espasmo que no tenía<br />

nada de cultural. Algunos hombres quieren inflar el mundo con su ser. Un filósofo<br />

alemán había descrito ese proceso con el nombre de patología de la liber­<br />

2 Maurice Merleau-Ponty, F h én om en ologie de la perception , París, Éditions Gallimard, 1945,<br />

p. 277.<br />

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